excalibur existe


Con un comunicado redactado miserablemente, tanto en la forma como en el fondo, la Comunidad de Madrid hacía hoy pública la muerte del perro Excalibur, de la enfermera afectada por el virus del Ébola, considerando, en uno de sus párrafos, que había sido necesario “eliminar la existencia” del perro por razones de salud pública. La frase es como toda esta historia un símbolo de la incompetencia, estupidez, incultura e insensibilidad de unas instituciones y dirigentes incapaces de matizar ni las palabras ni los hechos, torpes hasta en lo más fácil, que es saber que alguien puede no vivir, pero si ha existido, no puede eliminarse su existencia.
Una estupidez tras otra, una incompetencia sobre otra anterior. Lo que vemos en estos días es el colmo de la naúsea en la podredumbre de un sistema, que se aprecia de muchas maneras, y en el caso del perrito Excalibur proverbialmente. Porque como dicen los sagaces tuiteros que han llevado esta maravillosa campaña, “todos somos Excalibur”. Y así es.
Dice otra tuitera que Excalibur no es un perro al que se trata como a una persona,  es una persona a la que se ha tratado como un perro por las autoridades sanitarias, y estoy totalmente de acuerdo.  Lo que aquí está presente, lo que aquí existe, y es más verdad que nada, es que este perro, amado por sus amos, protegido por 300.000personas, algunas de las cuales han desafiado a un peligrosísimo virus, era efectivamente un ser vivo con derecho absoluto a la vida, un animal noble y tierno que simboliza lo sagrado de la existencia, su carácter intocable.
Una sociedad se mide por el respeto al carácter sagrado de cualquier forma de vida. Y cuando un país, una comunidad, como la de Madrid, desdeña respetar la vida más pequeña por razones simplemente de prevención, muestra su subdesarrollo y su cerrilismo, se define como comunidad de seres primitivos, vulgarmente antropocéntricos, groseros, viles.
Si Excalibur se ha convertido en un símbolo, es porque reúne todas las condiciones del tesoro moral, del núcleo de valor inmenso, que un ser como es un perro tiene para condensar fuerza de amor y de protección en torno suyo, y desarrollar la sensibilidad y la vergüenza, o el orgullo,en los seres con los que convive. El maltrato a este perro simboliza el maltrato a todos, la insensibilidad, la incuria. La inocencia, la belleza de este perro no se ha visto sino más puesta de manifiesto en la crueldad y frialdad de las disposiciones humanas mezcladas con la insensibilidad y la estupidez en un mismo protocolo.
Pero Excalibur es, felizmente, un símbolo del crecimiento de la sensibilidad animal en España y de que algo está cambiando y mutando en la gente y en las generaciones jóvenes. Y ese algo es la conciencia animalista, la sensibilidad y la proximidad a los animales. Hace unas décadas hubiera sido inimaginable que alguien se dejara patear o herir gravemente por salvar a un perro. Jamás se hubiera pensado que en ESpaña gente con inmenso sentido moral y de la justicia iban a reclamar, centenares de miles, la salvación de un pequeño perro sentenciado por una epidemia temible. Ni en mis mejores sueños pensaba yo oír en nuestra españeta que a un perro se le puede proteger, curar, preservar, aún cuando el peligro es tan inmenso. El valor moral, el valor sensible, de esta acción es único, y por eso Excalibur existe.
 Cuando la gente empieza a dar su vida por una causa, se convierte en definitiva. Cuando se antepone el respeto a los animales a los instintos automáticos del humano, el humano empieza a ser culto, y comienza la civilización.
Existe y existirá. Acabaremos pronto con una sociedad incivilizada que desprecia a los otros animales y considera una locura preservarlos con la misma vida humana. Hay algo sacrosanto, no solamente en el alma de Excalibur, como sagrado ser vivo y como perro fiel y muy amado en su familia, sino también, en el mismo símbolo, en los animalistas que hoy lucharon con su propia vida, por la vida de este perro. Y ese denso valor hace que Excalibur vaya a ser, ya es, siempre. A pesar de los comunicados de las autoridades (in)sanitarias.

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