PERFIL DE LA DOCTORA ANA BOTO DE LOS BUEIS: EL DOMINIO DE LO PROVIDENCIAL

 


Por las diferentes circunstancias de mi vida, he tenido la oportunidad de tratar a algunas personas de enorme fama y prestigio. Mi madre trabajaba en el teatro, dirigía un gran teatro de Madrid. Y allí pude ver con mis ojos aún de niña a personalidades artísticas de enorme fama, a reyes, a grandes figuras de la escena clásica.  Bailarinas legendarias de solitaria y temerosa existencia, grandes actrices de increíble mal genio, actores de raza apresados en su propio carácter, a veces, rostros apenas sin profundidad, y a veces, personas de increíble fama social que resultaban ser realmente especiales. Recuerdo siempre que desde aquellas experiencias empecé a reflexionar sobre lo que era ser alguien realmente grandioso en la vida, pues veía que los supuestamente grandiosos no eran tales en la vida real. A menudo, porque a la hora de la verdad quedaban cortos en sus reacciones, en su coraje o humanidad.

Esto pude comprobarlo unas décadas más tarde cuando tuve la oportunidad de luchar por la supervivencia de este teatro en el que mi madre trabajaba en su día. No relataré detalles, pero cierto es que muchos rostros célebres no son lo que proyectan. En la grandeza de la fama, de los nombres construidos en medios o en la esfera pública, hay muchísimo vacío. Gente que no es quien dice ser. O gente que no es, sencillamente, en el mundo real: son proyecciones a la fama que han sido creadas para ella sin ningún valor interior.

Pero de vez en cuando en mi vida he tenido la suerte de tratar a gente realmente única, gente especial. Lo que llamaríamos personas de las grandes. Y ciertamente casi nunca coinciden estas últimas, con aquellas otras que llevan los laureles de la fama pública. Esto es algo que todos terminamos sabiendo. Quizás sea incompatible una cosa con la otra, pues para ganar una proyección gigantesca de fama de las que hablamos es posible que tengamos que tener de base materiales troquelados en miniatura. 

Yo quiero hablar hoy de una persona en el proceso inverso: una persona gigante. Alguien asombroso. Que es más asombrosa cuanto más nos sorprende a todos que una persona con estas capacidades, con esta actitud, con esta  comprensión tan profunda de la vida, pueda andar por los pasillos de un hospital como si fuera una chica más recién escapada de la facultad. Me estoy refiriendo, por supuesto, a la Doctora Ana Boto de los Bueis, Jefa del Servicio de Polo Anterior de Oftalmología en el Hospital Universitario La Paz, en Madrid. La doctora Ana Boto es probablemente la persona más grande a la que yo he tenido la suerte de acceder en mi vida. Y así lo siento siempre que voy a su consulta: me parece que estoy disfrutando de un privilegio vital asombroso. 

La Doctora Ana Boto dirige un equipo excelente de médicos y doctoras, enfermeras y enfermeros (imposible nombrar a todos los profesionales en Oftalmología de La Paz que son fantásticos, como la Doctora Hierro, la Doctora Pastor, la Doctora Capote -que dirige la Sección de Retina y es de las doctoras más humanas y delicadas que he tratado en mi vida-, el joven Doctor Ayesa, la empática y sanadora doctora Martín Ucero son algunos de los más increíbles profesionales de Oftalmología en La Paz),  y en el servicio de Polo Anterior y Córnea donde Boto, directora, es a la vez suave pero enormemente firme. Boto es la persona que más he visto capaz de imperar sin molestar, de guiar todos los procesos sabiendo delegar. Tiene una capacidad como cirujana fuera de serie, es capaz de eliminar en una cirugía un hongo insidioso que a muchos otros doctores les resultaría imposible erradicar. Es capaz de dar con una infinitesimal hemorragia en un vaso venoso perdido en el iris, y de mil otras maravillas quirúrgicas. 

Boto es una doctora al mismo tiempo intuitiva, creativa y profundamente reflexiva además de dinámica. Esto se aprecia porque esta doctora reflexiona constantemente sobre sus casos fuera de consulta, y trae conclusiones y decisiones tomadas completamente fuera de cada caso presencial. La capacidad de atención de esta doctora es asombrosa. Usa su reflexión para contrastar la intuición a la que da su espacio, y acierta en enorme medida, por lo que en muchísimos casos su actuación es providencial: esta doctora tiene por ello el dominio de lo providencial, lo que muestra que es alguien único. Porque la doctora Boto está siempre incorporando reflexión, atención, experiencia, acción directa, en su práctica médica, de modo que investigación y práctica se complementan, como debe ser, en este campo como en muchos otros. Ya vamos viendo qué calidad es esta. A menudo los aciertos de esta doctora se muestran en la huella que decisiones idóneas, reflexionadas con muchos factores a la vez, y que han producido efectos providenciales, pueden reconocerse como tomadas en el momento preciso, sin perder el tiempo precioso en que han de darse, sin permitir que algo nocivo llegue a perjudicar o anticipando dichos efectos mediante una reflexión profunda. Esa capacidad de oportunidad, de acierto en el proceso, y de intervención protectora y exacta, es insisto, única y espectacular. En muchísimas ocasiones el pensamiento final es "la doctora acertó de nuevo". De los trabajos minuciosos y exactos, detallados y profundos, resultan maravillas que hubieran sido inimaginables en sus casos, y que se aprecian finalmente en su completud.

Yo he visto a esta doctora atender a pacientes con un problema entre operación y operación, encadenando habitualmente tres o cuatro operaciones de trasplante en una única jornada. Siendo la persona de inmenso reconocimiento profesional que es, la he visto venir un domingo a ver un problema que surge de nuevas, llamar a cualquier hora para solucionar un tratamiento en los servicios administrativos, lograr con muchísima agilidad los trámites clínicos al tiempo que firma documentos, establece una medicación y observa una córnea recién trasplantada. He visto a esta doctora dedicar absolutamente su vida completa, sin límites ni pegas, al cuidado de los enfermos, de un modo que va mucho más allá de lo que se puede imaginar. En el caso de Ana Boto, es la primera doctora a la que veo un interés mayor por un ser humano cualquiera, que el propio interés que ese ser humano tiene por sí mismo. Es una dedicación de humanidad que iguala a la de una madre, o una figura familiar protectora. El radio de acción de Boto es el del médico, o medica, ideal, que está junto al paciente de manera auténtica, única. No hay compañía como la que esta doctora hace a sus enfermos. Debería observarse lo que hace para comprender de qué hablamos.

Boto recuerda y sigue cada caso de los cientos que tiene, de memoria.  Recuerda y conoce a cada paciente de los cien que pueden pasar semanalmente por su consulta. Cuando llega un paciente en silla de ruedas, ella misma sale de la consulta para empujar la silla del paciente. En todo momento responde, sonríe, dedica su atención a quien tiene en frente. Teniendo en cuenta que ella tiene en la cabeza, al mismo tiempo, las complejidades de cada caso y las decisiones que tomar de cada circunstancia, realmente llegas a pensar que su cerebro trabaja dentro de otros límites que no son los de nuestra especie. 

Pero Boto también se deja aconsejar y cambia decisiones de acuerdo con sus colegas de otras secciones. Tiene también una capacidad de dialogar con otros especialistas, reconocer sus propios límites o los de la medicina, de interactuar con especialistas de otras áreas para establecer en cada momento conclusiones o acciones creativas y decisivas, y es otro de sus rasgos. El diálogo médico no es algo aquí vedado ni siquiera a los pacientes, porque Boto puede compartir sus conocimientos y las cosas particulares de cada caso con sus enfermos, creyendo sin duda firmemente en la relación de necesaria comunicación profunda con el enfermo, por múltiples motivos, no sólo simple empatía, sino verdadero espíritu investigador.

Esta doctora tiene una capacidad de escucha fuera de serie. Presta una atención exacta a cada paciente, y se coloca en un plano de igualdad con sus enfermos, considerando siempre lo que dicen. De su radio de atención no se escapa prácticamente nada, igual que de su capacidad de intervención. En un médico, en una médica, esta capacidad es espectacular, porque necesariamente los médicos tienden a crear sistemas de defensa perceptiva y se guardan muchas veces de una comunicación directa con los enfermos, porque la relación con ellos, mediando la enfermedad, el miedo, la tensión y la lucha por la vida, está muchas veces bloqueada y bajo presión. Que una doctora como Boto escuche con absoluta apertura y capacidad de comunicación a sus pacientes es una especie de superpoder, algo que ni los más jóvenes doctores llegan a conservar por razones que tienen que ver con la erosión de la comunicación en este contexto, por las autodefensas creadas en pacientes y doctores. Por eso encontrar a un médico que escucha y que está al otro lado del hilo comunicativo es increíble.

Yo había oído, y oigo en muchas ocasiones, decir que esta Doctora es "especial". Es "alquien que si no existiera, habría que inventarla", dicen algunas colegas, médicos que han coincidido con ella. Y entre los pacientes, igualmente, la palabra al hablar de Boto es "felicidad" por haberla encontrado. Ese fluir de comunicación común entre las personas, que indica el asombro, el respeto, la absoluta unanimidad, en el aprecio, es algo que va por la vida cotidiana sin que la Doctora tenga especial conciencia de ello. La doctora no pide ni le va para nada la adulación o el reconocimiento. El reconocimiento de los demás, que es profundo, y humano, no se ve en grandes fastos ni en oropeles o en premios. Boto no está en esa línea de vida. Su función es muchísimo más profunda.

Cuando realmente encuentras a una persona de esta valía, que es capaz de entregar horas, días, veladas enteras, por operar, tratar, cuidar de sus pacientes, te das cuenta de que estás ante otra humanidad. Boto es una persona que está completamente entregada a su maravillosa, su excepcional función. No ofrece cualquier cosa: es una inmensa maestra de los ojos, alguien realmente con un poder especial. Pero ese poder especial está volcado absolutamente al servicio de los demás, de todos. Un anciano demenciado o un jovencito, una modelo famosa, o un técnico de teatro. Todos son tratados con absoluta atención, todos reciben la misma capacidad excepcional de la doctora. Y mediante ese contacto, mediante esa conexión, Ana Boto se sitúa en el centro mismo de la vida. Por eso es alguien realmente grande.

No podemos, nunca olvidamos, que la unidad de córnea trabaja gracias a la generosidad de los donantes. Bajo toda esta estructura humana hay algo tan sencillo, y tan grandioso, como personas que dan su cuerpo a otras para ayudarlas a sanar. Este hecho es tan asombroso, tan inefable, que todo lo que se hace a partir de este fluir de generosidad y fraternidad humana está empapado por algo así. Hay lecciones que todos nuestros políticos, que todos los dirigentes, deberían aprender residiendo como los MIR un año en un Hospital. Allí verían lo que es la humanidad, lo que hace por sí misma, lo que los médicos significan.

Porque ser grande, sin duda, es hacerse muy pequeño, muy sencillo. Lo suficiente como para ensamblarse con las vidas humanas a cuyo servicio podemos poner nuestra capacidad más increíble. Y traspasándola, dándoles esa capacidad, recibimos de vuelta una felicidad asombrosa: la felicidad de entregar lo más valioso que tenemos, de vuelta a la vida. En esa operación el yo se deshace y se vuelve a rehacer en el acto, la energía vuelve a sí misma, porque todo es común. Somos uno, y sobre todo, somos uno en lo excepcional, que es lo que, único e increíble como Ana Boto, avanza hacia el futuro. Por eso ella puede curar de las enfermedades, porque es, por así decir, dueña del futuro con esa capacidad de traspasar una energía tan poderosa, hacia adelante. Si existe la confianza en un médico, es precisamente por esto. Y por eso los médicos, los que "median" y "ponen medios", son los dueños de todo futuro, y debemos protegerlos, darles condiciones dignas de trabajo, cuidar su inmenso papel en la sociedad, que va más allá del interés individual, uniéndonos en una causa común, generosa, pública y universal.

Solamente una actitud ética tan profunda puede hacer que alguien domine lo providencial, colocando la ciencia médica en el umbral del futuro.

De manera que cuando me pregunten cuál es la persona más grande que he conocido en mi vida, seguramente daré su nombre, porque la grandeza de Ana Boto es de otra dimensión: no es una máscara vacía de la que se encaprichan las cámaras, no es un talento que ha escogido el azar, no es siquiera un gran maestro que atesora conocimientos, sino alguien que cada día se deshace en su inmensa capacidad, en cada acto médico que lleva a cabo, para dar vista, como ellos dicen, a una nueva persona, poniendo todo el talento que puede llegar a tener un ser humano, al servicio de otro. Lo grande se hace pequeño para generar el prodigio. La mayor pericia, la mayor capacidad médica, se enriquece con una capacidad humana cuidada, delicada, profunda. Y cada momento es de una humanidad radiante, desbordante. Esa es la verdadera proyección. Eso es ser alguien GRANDE.


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