CREATIVIDAD E INTELIGENCIA
Hace algunos años tuve la oportunidad de traducir el texto de Robert Sternberg sobre Inteligencia y Creatividad que publicó este experto en cognición, a finales del siglo XX, junto con otros investigadores.
En el texto, múltiples teorías se
revisaban sobre la relación de identidad, de contraste, de solapamiento o de
complementariedad de estas dos capacidades humanas.
La inteligencia se define, de
acuerdo con múltiples autores, como una capacidad de leer con atención y
discernir los aspectos de la realidad. La etimología nos remite a leer entre
líneas. Giambattista Vico, el célebre filósofo del settecento italiano, señalaba cómo ese
“entre líneas" es crucial, porque se refiere a la atención a lo vacío,
insignificante u oculto, que caracteriza a la mente más perfecta. Hay autores que han
señalado recientemente la existencia de múltiples inteligencias, y sin embargo,
otros, como Marcel Proust, abogan porque es una y única. Desde luego, yo abogo
por esta tesis puesto que vamos a conectar la inteligencia con la creatividad y
con la comunicación.
La creatividad, según Sternberg y
otros especialistas, es la capacidad de encontrar u ofrecer elementos nuevos
que sin embargo se adaptan perfectamente al problema o cuestión que se plantea.
La creatividad tiene un aspecto siempre innovador, pero al mismo tiempo, es
siempre acertada con respecto a la cuestión o contexto anterior. Es diferente a
todo lo anterior pero conecta y continúa. Es siempre útil al tiempo que
rompedora.
Según Sternberg, la inteligencia
sintética, que es la más cercana a la creatividad, se caracteriza por realizar
una composición o creación nueva a partir del trabajo analítico. Pero yendo un
paso más allá, la inteligencia sintética realiza 3 operaciones características:
combinaciones selectivas, o nuevas, comparaciones selectivas, u originales, y
codificaciones selectivas, nunca vistas.
Esto quiere decir que esta
inteligencia juega con el orden y la cantidad de los elementos con los que
trabaja para componer una estructura novedosa. La inteligencia analítica se centra
en recoger y contemplar los datos o hechos, mientras que la sintética lleva a
cabo una organización nueva de los mismos.
En creatividad se da precisamente
esa búsqueda de una organización nueva de los datos, hechos o elementos que a
menudo cobra una forma específica. Lo que llamamos inspiración, o insight , o
el célebre Eureka de Arquímedes, son los momentos en los que la mente, después del
trabajo analítico, accede a la operación sintética, a la nueva composición, a
la síntesis creadora, que normalmente se presenta repentinamente a la
inteligencia. Ese fenómeno, que podemos también llamar intuición, ocurre sin
una concatenación o consecución de actividades: se presenta repentinamente, y
nos muestra que en la mente se ha producido un acto creativo.
Muchos autores han defendido que
ambas capacidades, la inteligencia y la creatividad, están conectadas y que la
creatividad ayuda al desarrollo de la inteligencia. El médico y filósofo
español Juan Huarte de San Juan, del siglo XVI, defendía que la inteligencia o
ingenio, como dice su etimología tienen que tener una ”potencia generativa”. En
particular este autor estudiaba cómo en el lenguaje, el ser humano tiene
capacidad para generar múltiples expresiones nuevas y para entender conceptos
nunca antes oídos, y eso es posible porque la mente es creativa en su base y el
ingenio es la capacidad de generar nuevas miradas a la realidad.
Si pensamos profundamente en las
ideas de este autor, que inspiraron al lingüísta Noam Chomsky en su teoría
generativa o transformacional de la lengua, que, por cierto, está en la base de
los modelos de trabajo de la Inteligencia Generativa Artificial actual -de la
que podemos discutir si es creativa o no, y por qué, un poco más adelante-,
veremos que en el fondo se plantea que la inteligencia, el ingenio, es una
adaptación a la realidad infinita, a la realidad cambiante. Ser inteligente
exige necesariamente ser creativo, o ingenioso, porque la realidad está
cambiando constantemente. No solo cambia, alterando posiciones previas que se
combinan. Hay un componente de azar, de imprevisibilidad, de vacío, ese vacío
entre líneas del que hablaba Vico.
Ser inteligente es ser capaz de adaptarse
creativamente a la realidad y a su azar, a su aspecto innovador constante, que
hace que no haya dos seres vivos y que no podamos predecir lo que va a ocurrir
mañana. La inteligencia supone fluir en paralelo a la realidad, es un Proceso,
y no un Estado. Por eso se puede ser más inteligente y dejar de serlo, como
decía Shakespeare.
El mundo es una creación
contante. Vivimos al borde de ella . No somos conscientes de que nada nos
separa de lo impredecible. La capacidad para adaptarnos y para ser felices
proviene de la inteligencia. La capacidad para ver lo impredecible es la
creatividad: ambas trabajan juntas con el lenguaje y en la mente humana.
Chomsky afirma que mente y
lenguaje son la prueba de cómo el ser humano puede crear lo infinito y
adaptarse a su esencia. Podemos manejar un conjunto de elementos como es la
lengua y combinarlos de manera que puedan expresar infinitas situaciones o
emociones individuales. El secreto para que la mente pueda realizar estas
operaciones está en la creatividad que la inteligencia asume. Según este
lingüista, el lenguaje puede llegar a expresarlo todo porque es capaz de romper
sus reglas y adaptarse a lo nuevo mediante rupturas y violaciones de sus
propias normas que poco a poco van alineándose con la cambiante realidad humana
o natural.
En la comunicación humana, cuando
tenemos que expresar algo, hay ocasiones en que forzamos la gramática,
eliminamos pronunciaciones, o inventamos palabras, y cuando los demás nos
escuchan, si comparten esa nueva forma que se ha propuesto, entonces la comunidad
lleva a cabo una transformación de la lengua. La lengua y la mente que la crea
van transformándose para adaptarse a la realidad. Y esa transformación se lleva
a cabo mediante la creatividad compartida. Lo que hace que las personas acepten
formas nuevas es que sean útiles. Que sirvan. Si sirven a la situación
presente, y si responden a necesidades de inteligencia y expresión de todos, se
generalizan.
Este proceso nos ilustra de cómo
es posible generar mayor inteligencia mediante los pasos creativos. El
matemático Henri Poincaré lo describió muy bien en su experiencia como
investigador de algo tan abstracto como las funciones fucsianas matemáticas. Este
genial investigador y pensador se dio cuenta de que tras un trabajo analítico
pormenorizado, el momento, el “paso de escalada”, en que se halla la solución a
un problema matemático es un acto creativo, una visión, una forma sentida o experimentada
que llega a menudo sin pasos previos, sin términos medios, en medio de otras
actividades o en el sueño o en el descanso, o en la noche en vela. En esos
momentos, el cerebro lleva a cabo esas combinaciones, selecciones,
comparaciones inauditas, pero de un modo muy inconsciente o involuntario,
quizás por puro azar. En ese instante Se capta por la inteligencia el valor y
el sentido de lo que se ha hallado, dice Poincaré, para después detallarlo y
desarrollarlo.
En la síntesis creadora, se
accede de repente a una red o forma que vemos. Su desarrollo nos conduce a
otras formas y de éstas a otras. Ese ejercicio ilumina la mente y la hace más
inteligente. La inteligencia no es algo dado sino que se crea y se expande.
Digamos que su modo de permanecer es cambiando, como decía Heráclito del Logos
divino, que cambiando descansa. La
inteligencia nos permite apreciar el sentido de una forma nueva, y la
creatividad la genera a partir de la acumulación de datos sin sentido que el
trabajo analítico realiza.
Aquí debemos distinguir entre
datos y significado, o entre información y comunicación. Nosotros podemos
acumular información pero no estar comunicándolo. Podemos almacenar datos, pero
si no los estructuramos en una red o esquema con sentido no tendrán ningún
valor. La inteligencia es captar el sentido que se genera creativamente y que
nos conecta con la realidad infinita que nos rodea.
¿ Qué es el sentido? La
información sólo es valiosa cuando hay un sentido. Es decir una conexión en Red
que amplia la visión. Pensemos en el ejemplo clásico de la niña Hellen Keller,a la que su maestra ayudó a salir del aislamiento en el que estaba siendo
sordomuda y ciega a fines del siglo XIX. Esta maestra consiguió primero
introducir en la mente de la niña múltiples signos sin sentido, es decir,
palabras que la niña no entendía porque no era capaz de vincularlas con nada
real. Cuando la niña entendió por primera vez que los signos que la maestra le
hacía en la mano eran algo vinculado a la impresión del agua fría en la misma,
experimentó una auténtica iluminación, porque accedió al sentido de los signos,
y a partir de ahí, al universo inmenso de las formas de signos que la maestra
había estado mostrándole, sin resultado, en un duro trabajo de meses. Este caso
histórico nos muestra cómo la inteligencia necesita del sentido, que es esa red
de vínculos que llevan de la palabra a la experiencia, y de la experiencia en
palabras a las palabras de los otros y sus experiencias, de modo que la
comunicación con los demás crea en nosotros mayor capacidad de entender el
mundo, del mismo modo que las formas creativas de la mente nos permiten
ponernos en paralelo con la creación de la vida misma.
Cuando vinculamos los datos o
informaciones de la realidad en formas sintéticas, es decir en composiciones,
en esquemas o estructuras, en panoramas, entonces vemos internamente
conformaciones de la realidad que, a su vez, nos llevan a entender y a prestar
mayor atención a ella. El proceso es circular, de manera, como decía Rudolph Arnheim el experto de la Gestalt en pensamiento y arte, que “pensar es ver”, es
decir, que cuando conseguimos entender y revisar los datos con la inteligencia,
ello nos conduce a menudo a generar una nueva experiencia perceptiva, y
viceversa, “ver es pensar”, porque cuando percibimos, los datos de la realidad
tienden a conformar esos sentidos profundos que forman nuestras ideas. Y esa
visión de la realidad es tanto interna como externa.
Como digo, parece que los actos
creativos, la percepción o creación de Formas, la vinculación de cadenas de
elementos en un argumento o una estructura nos lleva necesariamente a prestar
atención a dichos elementos con nuestra inteligencia. La inteligencia valora la
creatividad. Sin ella no puede avanzar.
Con la inteligencia podemos
entender la creatividad que sentimos y que nos conduce a nuevas visiones, que a
su vez, permiten avanzar a nuestra inteligencia. Es un proceso circular y no es
solo individual, sino colectivo. Es un sistema de andamiaje, en el que la
creatividad construye alturas de observación para que la inteligencia se
desarrolle. Y como decimos, la comunicación con los demás sigue ese mismo
proceso, de modo que podemos subirnos a los andamios de los demás, es decir a
sus creaciones, para poder ver desde allí con nuestra inteligencia progresiva.
Esto implica que efectivamente la
inteligencia es progresiva, evoluciona -o retrocede- de acuerdo con su
capacidad para adaptarse creativamente a la realidad infinita, a la que nos
ayudan los demás a llegar.
No somos seres infinitos pero
sabemos lo que es eso porque experimentamos, mediante las intuiciones creativas
y las comprobaciones intelectuales de las mismas, que existe la infinitud. No
ya es que creamos en ella, sino que, como decía Carl Jung, lo sabemos.
Y que es única esa facultad
común, de modo que al contrario de Goleman, opinamos con Proust que hay una
sola inteligencia, porque es algo progresivo, luego es potencial en todos. Es
algo que surge de la comunicación interna y externa: yo no podría hablar aquí
si no hubiera un entendimiento común, un acuerdo abierto a lo cambiante o
nuevo. La inteligencia es la capacidad de entender todo, por tanto es una.
Y esa inteligencia que está al
borde de la realidad cambiante e infinita tiene que ser generativa o creativa,
sí, pero sobre todo tiene que vincular con sentido. Aquí es donde la IA puede
ser muy nociva, porque si bien es capaz de realizar todas las operaciones
sintéticas -combinar, enlazar, resumir, comparar- de la mente humana, sin
embargo no se vincula con un sentido, es decir, no va guiada por una
experiencia humana, sino que actúa probabilísticamente. Sus asociaciones siguen
la coherencia de un único fin que es el de revisar todo lo que se sabe, pero se
adapta demasiado a esa totalidad probabilística, perdiendo ese pensamiento
divergente que es característico de la creatividad, y sobre todo, no puede
tener ese sentido en red que se genera cuando se comparte un código o forma
acertados, que se acaban de generar por alguien. La IA nos aporta una base,
pero como están mostrando los analistas, deja de lado el aspecto humano que surge
de la conexión emocional, sentimental, y sobre todo, intuitiva, que lanza la
mente a las nuevas formas. Deberíamos llamar a la Inteligencia Artificial
Inteligencia Artificial Productiva, porque produce y elabora, pero no
Generativa, porque no es capaz de generar, es decir, de innovar o crear, lo que
aún no existe, como sí hace la creatividad humana.
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