ESCRIBIR EN LA ARENA


Leyendo estos días al increíble Carl Jaspers, y su texto Origen y meta de la Historia se hace clara una idea de la existencia mucho más fina y profunda de la que habitualmente oímos en nuestra época. Jaspers tiene la idea de que la Historia la hacen verdaderamente personas excepcionales, especialmente desarrolladas en su humanidad, que literalmente hacen escalar al resto hasta el nivel de sus actos y creaciones e innovaciones, de manera que terminan tirando de los demás. El espíritu que desarrollan genera una capacidad comunicadora que finalmente influye en la sociedad de su momento. Muchos grandes hombres no llegan a comunicar su espíritu a la sociedad y no se convierten en historia en acción. El proceso es complejo y está marcado por la individualidad del ser auténtico de cada uno que entra en sintonía en esa inmensa escalera hacia lo real. Pero lo que sí es cierto, asegura el genial alemán-suizo, es que la Historia humana que es y existe la han generado y escrito los grandes espíritus de la humanidad.

Como se ve no se trata de una concepción comptiana o puramente fisiológica de la historia. La historia humana es la de los avances hacia el futuro. El tiempo no es simplemente el crónos, la linealidad aparente que deviene, sino el kairós, la oportunidad realizada, lo que llega a ser a partir de la influencia del espíritu en el mundo. Estamos en una absoluta indefinición del futuro, porque nada está asegurado que sea y la historia está abierta, como el espíritu: se define por los actos que la libertad profunda del espíritu dibuja en el mundo.

Esta teoría puede interpretarse de muchas y muy provechosas maneras. Una de ellas es pensar que mucho de lo que acontece a diario no es historia e incluso, no es. Al carecer de espíritu, al no estar dictado por la libertad, es escritura en la arena. Algo que desaparecerá con la ola que llega inesperada en unos instantes. 

Y así es efectivamente. Cuando tienes muchos años te das cuenta de la cantidad de cosas, de carreras personales, de ambiciones, de intentos de conservar control y poder, son simplemente trazos en la arena: no tienen un espíritu que los haya dilatado hasta convertir en actos auténticos, no son historia. Y en muchos casos, estos hechos, cronológicamente, se desdicen a sí mismos de maneras tan dramáticas que nos dejan sorprendidos: la flecha lacerante del kairós se hunde en el pecho del financiero en la cumbre del mundo que en realidad estaba bajando a los infiernos, la guerra eterna se vuelve contra el país que invade y quiere ocupar terrenos por la fuerza y detentar un poder eterno, o incluso, la manipulación del totalitario se convierte en la señal inequívoca de que nunca conseguirá lo que pretende para su país. Todos ellos escriben en la arena. No llegarán a ser, e incluso, el ser que tienen se borrará con el oleaje que ellos mismos generan en su locura.

Saber ver esto y vislumbrar cómo centenares, miles o millones de locos escriben afanosamente en la arena de nuestros días es algo que hacen los espíritus visionarios, los que aconsejan a aquellos locos que abandonen su intento inútil preguntándoles si no ven que van hacia el desastre y que todo cuanto hacen conspira en contra de su mismo ser. De su misma consistencia como seres reales.

Está el mundo lleno de personas y sus cosas que son hechas y emprendidas con ansias y ambiciones desmedidas, con intenciones aviesas y manipuladoras, con deseos de control de las apariencias y de dominio de las circunstancias. Sin embargo lo que planifican, lo que planean, es una entelequia, una quimera. Es fruto de una locura posesora que les ha robado el sentido de lo que realmente quieren, y los ha situado en un mundo imposible. Como Jaspers dice, ninguna de esas personas y cosas existen realmente, no llegan a ser. Se les podría preguntar ¿dónde vas? porque la dirección de sus flechas está envenenada por la confusión y el ansia desorientada, y se volverá contra ellos.

Muchos conflictos actuales, muchas injusticias palmarias o incomprensibles carreras fulgurantes o burbujas de éxito están en medio de una ola que los deshará en vacío y limpia arena. Basta ver las señales que llegan de sus incoherencias, del daño que ocasionan, de lo infructuoso de sus empeños, de los años que llevan mintiéndose a sí mismos y a lo que los rodea. Son mentiras a gritos que pueblan con sus supuestos "actos" y hechos nuestras noticias, y los medios se hacen eco de tanta insignificancia sin pensar y ver un poco más allá de las intenciones del manipulador y sus quimeras planificadoras.

Con los suficientes años vemos muchas flechas volver, desde el futuro, a borrar a sus arqueros de nuestra memoria y de nuestra historia. A veces esa reescritura del destino es muy cruel y genera una debacle que arrasa a víctimas inocentes del despropósito o la planificación incapaz que se quería causar. Entonces nos lamentamos, como hacían los griegos, de la catástrofe creada por esa hibris, desmesura, que ha recompuesto la historia de una manera tan ciega. Pero es que ciegos fueron los causantes que en sus estúpidas ambiciones las causaron. 

De tal manera que el consejo de Jaspers es sencillo. Que los espíritus insuflen la historia a su ser. Que los que realmente están inspirados, no por el hacer y el dominar, sino por  el simple crear e innovar, conserven su libertad profunda para saber cuándo hay que actuar y cuándo simplemente dejar que el tiempo pase, a la espera de que en su acción limpie la hibris de nuestro fondo de alma, que está siempre confundido con extrañas fantasmagorías y manías, pero que puede, si sabe esperar y dejar madurar las cosas, llegar a ver en el horizonte el ser que realmente es.

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