Arte, tiempo y obsolescencia

Con el tiempo y deteniéndose  a mirar, una es mucho más consciente de la función fundamental que el arte tiene en el tiempo y vida humanos.  Es verdad,  como decía Simone Weil, que solamente las obras de arte podrían colgarse en la celda de un condenado a prisión perpetua y que cualquier otra imagen y objeto constituye una crueldad intolerable,  porque su pobreza  de sentido es como el suplicio de la gota en la mente del condenado.  Sólo algo  hecho con la energía del arte emana ilimitado sentido y constituye una ventana en toda celda del tiempo humano.

El arte supera el tiempo.  No solamente cambia con él  y habla siempre de manera nueva al hombre aún cuando lleve siglos a su lado. Como un agujero negro,  el arte es sueño joven y mana sentido a través de su armonía abierta y viva,  conectando  con la realidad  en su mismo núcleo de presente y consciencia.  He visto  cómo  el lenguaje de cualquier obra artística supera la obsolescencia y es siempre  actual,  de un modo que hace pensar que su estructura interna es un idioma que ha generado una identidad con el mundo capaz de comunicar siempre.

Cualquier otra riqueza o valor apreciados por los humanos se deshacen y pueden con el tiempo.  Pero el impulso de la creación es siempre igual a sí mismo,  es ser puro y así perdura y da significado al mundo. 

No encuentro otra explicación al hecho de que los seres vivos y las cosas pasan y desaparecen,  las circunstancias cambian radicalmente, las personas mueren y llegan otras jóvenes,  y a éstas vuelve a llamarlas,  enseñarles y despertar el mismo arte e impulso de creación de siempre,  que se ubicó en la realidad para horadar  en ella el eterno túnel de la belleza significante.

Por eso hay un sistema para mantenerse siempre en ese significado,  conectados a su radiante vitalidad,  y es rodearse y vivir inmerso en el impulso y la acción artística.

Para cualquier modo de vida, sean cuales sean tus circunstancias,  vivir rodeado y en fluir con el arte y su significado te aportará la sensación de valor constante de tu vida: te hará,  como decía Saint Exupéry, pertenecer a la más alta aristocracia humana,  la que toda la riqueza del mundo trata de  imitar, comprar y rozar con los dedos.

La mayor fortuna de este mundo está en vivir en arte,  construir objetos y modos de tiempo artísticos que hablen eterna y variadamente a nuestros cansados sentidos.  Arte que revista de juventud nuestra alma y la haga viajar hasta los más jóvenes,  en  eterna comunicación con ellos. Y arte que nos enseñe a apreciar la íntima factura del universo y la materia  humilde pero imperecedera con la que el hombre hace su trabajo,  mediante su cántico siempre ilusionante. 

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