LA TRADICIÓN OCULTA

Leyendo el fabuloso y sagaz texto sobre Mitología Creativa de Joseph Campbell, puede una asombrarse de la capacidad de captar lo esencial que hay en los autores de esa tradición oculta de conocimiento superior que caracteriza, saltando nacionalidades, generaciones o idiomas, a los grandes investigadores de todos los tiempos. Y es que hay una línea de estudiosos en literatura, mitología, filosofía, religiones,ciencia o arte, y en todos los otros sectores del pensamiento, que nos permite rescatar los hitos esenciales, y a fondo, de la tradición oculta de nuestros propios países.,recuperando para el futuro la historia verdadera de cada cultura.


Campbell no solo se hace eco, sino que restaura en todo su esplendor, la tradición creativa en España.  Esa misma tradición que es tan desconocida a los mismos historiadores comunes del país, que ni han oído ni quieren saber de la incidencia y el poder que en nuestra cultura tiene la fuerza creativa auténtica. Arranca, ni más ni menos, de una secretísima línea simbológica en las culturas megalíticas del territorio español, en las que encuentra, sin duda guiado por Marija Gimbutas, formas del culto a la Diosa que son paralelas a las que se dan en el Mediterráneo oriental y en el norte de África, y halla una primera conexión entre los cultos agrarios y los misterios de la Edad de Bronce en España y los que se dieron, refinadísimos, en áreas del Egeo, en Egipto y en Persia, milenios antes del nacimiento de Cristo. En esa línea de tradición secreta continuaron las culturas hispánicas centradas en los suaves símbolos megalíticos, lunares. matriarcales y unidos a la resurrección, que, según Campbell, pasaron desde España y Portugal hacia Gales y que constituyen un creciente lunar de desarrollo cultural en Europa, enfrentado directamente con los aspectos masculinos, cazadores y unidos al culto al dios poderoso que llegaron con los indoarios al centro de Europa.
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Pero Campbell continúa su dibujo cultural mostrando cómo el corpus de las tradiciones de oriente no dejó de conectarse con la cultura europea mediante la española, durante muchos milenios posteriores. Así, en la misma tierra que conocía los cultos a las grandes damas y la tradición de los dólmenes y las cuevas pintadas con animales sagrados, surgió una civilización en el primer milenio después de Cristo capaz de recuperar, desarrollar y potenciar la unión con el mundo de oriente próximo. Hablamos de cómo, como narra Campbell, en 1143 el abad de Cluny visitó los monasterios españoles y conoció a un obispo español llamado Ramón de Sauverat, bajo cuya dirección se traducían en España, del árabe, no solo cientos de textos griegos, sino los comentarios a las grandes obras de los filósofos clásicos desconocidos en Europa, realizados por los pensadores árabes, gracias a quienes este legado llegó a las universidades europeas.
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Es una tradición oculta que España fue esencial en la conformación del pensamiento occidental. Mediante las traducciones españolas, directamente del árabe, de autores como Aristóteles, Plotino, Euclides, Ptolomeo o Galeno, la ciencia entró en Centroeuropa, habiendo salido de Grecia y Roma hacia el sur, donde había sido cuidadosamente custodiada por los árabes. La cultura europea no es nada sin la influencia literaria, fabulística, de costumbres y saberes, de la España musulmana y de la España multicultural a la que se llegó en la era de Alfonso X el Sabio, con su esplendorosa Escuela de Traductores de Toledo, que es un milagro cultural hoy todavía muy lejos de superarse. En la España del siglo XIII, y como dice Campbell, por su conducto, en las nacientes universidades europeas, se imitaba, se admiraba la cultura simbiótica del país hispano en la que los conocimientos de los orientales eran asimilados, traducidos, comentados, y retraducidos, por una ingente generación de eruditos, como Gerardo de Cremona (114-1187), a quien nadie conoce hoy quizá (en la wikipedia lo describen como italiano), pero que fue un creador y compilador de no menos de 70 obras, muchas de ellas de gran volumen, y que contribuyó, como tantos otros, a la formación de nuestro pensamiento básico, de las ideas que conformaron la Europa moderna.


Pocos autores de la historia del pensamiento conocen la influencia pasmosa que la cultura mosáica española generó en las universidades, igual que pocos conocen, por ejemplo, que los libros que los árabes traían, del Pachatantra hindú a las obras de Aristóteles, fueron primero traducidas al castellano, en fechas tan tempranas como el año 1080, y de ahí, siglos después, al aleman o al inglés, y que los pensadores del siglo XI, XII y XIII bebieron de las fuentes españolas porque en ellas se conservaba la tradición oculta que inspiró, por supuesto, La divina comedia  a Dante y la Summa Theologica al mismo Santo Tomás, influidos ambos, profundamente, por Ibn Arabi de Murcia o por Averroes de Córdoba. Como los españoles no somos proclives a rescatar nuestra influencia oculta, perdemos el sentido de quiénes somos fácilmente.

Ahí están, sin embargo, puntales del pensamiento y la investigación en nuestro país que como Campbell, no olvidan y reconocen esa tradición secreta que nos coloca en el epicentro cultural europeo en tantos momentos clave de la historia. Uno de ellos, muy olvidado y escodido por nuestra cultura oficial, es el arabista y experto en la España musulmana Miguel Asín Palacios, profesor y sacerdote cuyas obras siguen y seguirán siendo una clave de bóveda para construir el verdadero edificio de la tradición científica española.

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Asín fue experto en la época de convivencia entre la cultura musulmana y la católica, y sobre todo, mostró la belleza, poder e influencia de algunos de los maestros pensadores andaluces y murcianos, como Ibn Arabí o como Avicena sobre la cultura europea. Asín descubrió cómo La Divina Comedia, obra cumbre de la literatura medieval y europea de todos los tiempos, se inspira directamente en la obra del sabio murciano y a su vez en el llamado Viaje o Escala de Mahoma. La influencia de la cultura árabe llegó a Dante por su maesto, Bruno Latini, quien visitó España en pleno apogeo cultural de Toledo, como hacían muchísimos maestros europeos porque era en España donde se sabía y conocían las obras fundamentales del pensamiento, que entonces eran árabes.

También Asín Palacios descubre cómo Santo Tomás de Aquino, influido por su maestro Maimónides, también se inspiró e imitó flagrantemente las obras y comentarios de Averroes en su obra teológica esencial, y cómo se inspiró en las fundamentaciones lógicas y místicas complementarias de los sabios árabes sufíes para escribir su Summa, sencillamente porque estas obras eran esenciales, eran la clave del desarrollo intelectual necesario en el mundo del siglo XIII. La tradición de riqueza de conocimientos que España trasladaba, y seguiría trasladando, en una tradición secreta, porque se ignoró por la escritura oficial de la historia europea de la cultira, es inmensa.

Una vez que en la reconstrucción del relato cultural ni la propia España ni Europa tuvieron en consideración el legado mediterráneo esencial, ni el papel de ligazón que nuestro país tuvo y tendría posteriormente frente al mundo de riquezas espirituales de Oriente, la tradición quedó oculta y secreta.  Nada explica la potencia filosófica y mística española como conocer esta tradición oculta: no se explica ni la mística, ni la literatura española posterior de sus siglos de oro, ni la hondura y profundidad de un Ortega, de una Zambrano, de una Santa Teresa o de un Machado, sin remitirnos a la tradición oculta cultural española.

Hoy oímos a muchos comentaristas sin lectura, a historiadores sorbidos por la tradición anglosajona, a muchos ignorantes también, hablar de la incuria cultural española y la barbarie de este territorio, afirmando que nunca se distinguió por el refinamiento ni por las raíces profundas en la ciencia o la cultura y que en España las creaciones culturales son sorpresas inesperadas. Nada más falso ni más inculto. La tradición a la que los grandes autores nos remiten está ahí, escondida en nuestra propia desmemoria.

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