LUIS GARRIDO, EL TEJEDOR DIVINO

 He podido visitar hace un par de días la Exposición de tapices de Luis Garrido en el Museo de Artes Decorativas de la calle Montalbán, junto al Retiro. Yo no conocía más que algún tapiz de este increíble artista español, y ahora he podido disfrutar de un conjunto de obras realmente excepcional. Pero no solamente por el artista, sino por el mensaje implicado en el medio que usa, y por su realidad humana de conjunto, y me explico.



La obra de este autor nacido en los años 30 del siglo XX se realiza sobre un telar de alto lizo, un telar grande. Sobre él, y como puede verse en alguno de los videos que hay en la exposición, se aprecia el trabajo manual artesano. Pero las obras son esplendorosas en su construcción pictórica, de manera que el autor es un refinadísimo artista, y también un artesano. Hace con sus manos las bellezas increíbles, en color, textura, volumen y armazón material, que podemos admirar en la muestra, de la que sales con la inquietud de que seguramente hay muchísimas más, y de un valor y primor increíble, que no están recogidas en ella.

Los tapices de Garrido recorren las tendencias fundamentales a lo largo de un siglo entero, viajando por las épocas históricas, por las situaciones políticas, y por las tendencias estéticas de las décadas en las que este maravilloso creador ha ido viviendo lo que adivinamos que es una vida delicada, reposada y llena de experiencias y sensibilidad. Hay tapices que recuerdan a Picasso, al cubismo, a las pinturas de Alberti, hay tapices que entran de lleno en la abstracción y el estilo informalista de los sesenta o setenta, hay esplendorosos tapices que pintan la efusión de volumen y colorido del estilo de vida en los años 80 y 90...todos los tapices que pueden verse, además de ser auténticas maravillas artísticas, exhalan un perfume a épocas y estéticas muy definidas. Ese es otro valor de la muestra.


 

Me interesa muchísimo que un artista haya permanecido siempre cercano a la artesanía, a la concepción normal del arte de la que tanto hemos hablado en este blog. El arte del tapiz está a fondo dentro de esa tradición. Como Anandas Coomaraswamy estudiaba en sus estudios sobre el arte de tejer,  en esta maestría artística está entramada la sagrada forma de la creación en el cruce simbólico de los hilos en la urdimbre del telar, que para muchas culturas representa el tejer cósmico de la vida y la muerte. Coomaraswamy, en su idea del arte, nos dice que el arte supremo es aquel en el que las operaciones cotidianas, nuestras acciones con herramientas e instrumentos diarias, están imbricadas también. El tejer, el trabajar con el hilo, es algo unido intrínsecamente a nuestra piel y a nuestra vida cotidiana, y una obra en la que los colores de las lanas se entremezclan para generar una belleza que admirar es doblemente cálida, en su raíz artística y en su raiz epidérmica humana, por decir así. 

Los grandes artistas, a menudo, se alejan de la concepción normal del arte, que nos llega de las artesanías y artes tradicionales de las culturas, y que siempre va unida a la vida común y terrenal, sin despegarse a una esfera ideal o elitista. En esa concepción, tejer, modelar, dar forma a objetos y a entornos, tiene el inmenso valor de representar y ser a la vez una creación sagrada, divina. Y ahí es donde situamos a Luis Garrido, ni más ni menos. Garrido es un continuador de una concepción de arte sagrada, milenaria, que llega al tapiz español intacta desde los tiempos más antiguos.



España probablemente sea uno de los países de Occidente donde la bisagra entre la sabiduría tradicional artística, en literatura, pintura, danza, canto o arquitectura, y el mundo del renacimiento y el neoclasicismo se estableció en una tradición riquísima, ésa misma que dio lugar a nuestros grandes maestros artísticos en todas las artes de los siglos de oro. Pero esa tradición no muere con los siglos de oro ni queda encapsulada en las tradiciones clásicas españolas, sino que llega hasta la Modernidad y la Posmodernidad en obras como las de este artista. La importancia de este autor está en ser un epígono del arte clásico del tapiz que trastoca y lleva hasta nuestros días regenerando el oficio con todas las corrientes estéticas del siglo XX.  Y en esto, Luis Garrido es un artista único, raro, un especímen que por ello mismo interesa muchísimo a las nuevas generaciones.

Lo que podemos ver en esta muestra es único e increíble: vemos obras que en el mundo de la imagen suponen la inserción no solo de volumen y de extensiones del marco, sino sobre todo texturas de tejido que introducen la mano del tejedor, y también, la urdimbre de una tela, de manera que acercan el tapiz a experiencias cotidianas de percepción táctil y visual de lo microscópico. Ese notar la sutura del tejido, la textura del tejer, en la imagen, con la que juega el autor, al mismo tiempo que construye paisajes o perspectivas, hacen sus tapices de una delicadeza suprema.




El autor aprovecha ya la naturaleza de las lanas con las que juega para ir creando desbordes de la imagen, impresiones de naturaleza, que van unidas, como cosidas, con su material, y así, los fabulosos tapices de motivos campestres nos evocan y a la vez nos concentran en unas formas artesanales absolutamente primorosas. Y lo que más resalta de este conjunto es su gusto maravilloso por la elección de colores, de composiciones, de intensidades de luz y de matizaciones minuciosas de su degradado en las formas tejidas.



Realmente apreciar todas estas preciosidades ayuda a cualquier artista a sentir esa calidez de la que hablaba y que realmente me entusiasma. Porque en la elección de las composiciones, y sobre todo, es esos acabados que son tan sumamente primorosos, Garrido transmite un placer de la experiencia que nos llena profundamente.


Cada obra tejida resulta única no solamente por el milagro de su factura, que se nos presenta a la vista, sino por las soluciones creativas que el autor ha dado encontrando nuevos modos de expresar la fusión de la obra de arte con las superficies que las rodean, y con las nociones que acompañan a cada material empleado o a cada contexto expresivo al que se alude, Se reconoce a un grandísimo artista en esa capacidad de hallar esos tesoros y de convertirse en orfebre delicado y humilde de ellos.



Con mucha humildad, como corresponde a un gran creador, el autor ha ido jalonando la historia del tapiz creativo a lo largo de un siglo de inmensos cambios. Cada una de sus obras es un rastro amoroso y cálido de una época, pero también, una afirmación rotunda de la maestría y delicadeza convertidas en piezas de arte, no solamente en la dimensión del arte de los museos, idealizado y acristalado, sino en el universo del arte que se toca y se pisa, que viste y arropa las paredes y que es en sí una realidad táctil, hecha con manos humanas para que estas ayuden al ojo a ver mejor, a disfrutar más, de la existencia.


No os perdáis esta Expo, hasta el mes de enero abierta.





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