ARTE Y COMUNICACIÓN: LA FORMA FORMATIVA






El artista japonés Kyosai, uno de los últimos grandes maestros del ukiyo-e, en 1887, explicaba a un periodista el proceso que a su juicio tenía que desarrollar un pintor. Decía este dibujante genial que el artista debía en realidad dedicar su vida entera a entrenarse en la percepción de imágenes y elementos que iba a recrear después, adquiriendo una memoria "viva y precisa", pues , decía, el artista no copia sencillamente aquello que existe, sino que lo que copia o reproduce son las imágenes que ha almacenado su espíritu.
De parecida manera se expresaba, dice Lévi Strauss, el pintor Ingres, quien afirmaba que el artista debía llevar la naturaleza de tal modo en la memoria, que por sí misma aquella se insertara o situara dentro de la obra creada.
Estas reflexiones me parece que ponen el dedo en el puro centro de lo que es verdaderamente un artista, y que no es, como en un plano inferior podríamos entender, un imitador o copista, o un representador, de las cosas bellas y creaciones de la naturaleza, sino que la copia o imitación es del proceso creador,  y no de aquello que se crea. Me explico. 
En la escolástica medieval se entendía que la creación era una operación de naturaleza espiritual en la que el artista concebía en su alma o espíritu una forma, mediante una serie de operaciones intuitivas y atencionales profundas. Lo que ocurría a continuación es que el artista, una vez concebía espiritual o intelectualmente una forma, servilmente la copiaba o imitaba en su creación, que de esta manera, consistía en dos operaciones, una libre y otra servil (esta teoría es la que desarrolla Santo Tomás de Aquino y que considera al arte como algo similar a la creación divina).  La filiación de esta teoría es platónica y pudiera inspirarse en la teoría de las "ideas" o visiones que generan o precipitan las acciones humanas, siendo esas ideas cosas provenientes de la esfera de lo divino y siendo todo el proceso una emanación de lo espiritual. Pero es curioso que la escolástica tomista enriquecíó muchísimo la idea platónica o neoplatónica, con toda la tesis de la "causa formal" de los sucesos, que no es otra que esa visión o forma interior, que precipita y condiciona la creación en la realidad.
Lo que Kyosai y el arte oriental vienen a reconocer, de diferentes fuentes y con gran precisión técnica, es lo mismo. Efectivamente, el arte no es una simple mímesis ni una imitación. Esa opinión proviene de una interpretación superficial de un proceso mucho más profundo, donde hay una imitación, y una copia, pero no de nada material, sino de un fenómeno espiritual, o cognitivo profundo. Ese fenómeno es en realidad la fusión entre pensamiento y percepción, -memoria y vida, como dicen los pintores citados-.
Rudolph Arnheim, experto en arte, también afirmaba que en los simples procesos perceptivos más comunes era imposible dividir el pensamiento y la percepción. Pensar es ver, afirmaba este autor, al igual que ver es pensar: la percepción profunda es un proceso en el que intervienen estructuraciones y simplificaciones que realizamos con el pensamiento en torno a lo percibido, y el pensamiento no es otra cosa que una nueva percepción, una repetición o reiteración del proceso de experiencia, llevado a cabo una vez que ya está alojado en nuestra memoria o en nuestra ideación. Lo que llamamos percibir sensorialmente es en realidad la conformación, la creación de una forma, cuyo último fin, sin embargo, es abocar nuevamente a una más completa o perfecta sensación de lo percibido, en el proceso de ida y vuelta, de dos direcciones, que llamamos "pensar". De la experiencia a la forma espiritual, como dicen los artistas antiguos, hay un camino de ida y vuelta, un diálogo constante. Y el artista no hace otra cosa que trabajar con las impresiones internas, que son las que "copia", y no la realidad externa. Y lo que nos ofrece, sea imitativo de lo real externo o no, es la representación de las formas que alberga en su espíritu, pensamiento o cognición, formas que tienen la capacidad de llevarnos a la experiencia de donde provenían. Todo ese proceso no es otra cosa que comunicación, que sólo se produce ante estímulos muy específicos.
Así que lo que llamamos "Forma" de las obras de arte, nada tiene que ver con la mímesis o la reproducción fiel de la realidad, sino con la reproducción del contacto entre el alma del artista y el alma del mundo en algún aspecto concreto. Son en realidad, las "Formas" del arte,  diálogos que nos invitan a una conversación, la que ha tenido lugar entre la reflexión, el pensamiento, la memoria del artista, y aquella realidad que captó en un primer momento. El arte poco tiene que ver con el culto a las formas exteriores o con el refinamiento de una percepción sensorial pura. Más bien, como proceso comunicativo en estado puro, lo que cultiva el Arte es el contacto y conexión psicológicos entre naturaleza, o realidad, y espíritu. 
Efectivamente, el artista está sometido a una disciplina estricta que no consiste sin más en aprender o depurar técnicas o herramientas. Eso son sencillamente operaciones libres que permiten mil evoluciones y mil transformaciones de estilos o enfoques, todas las que podemos ver en la Historia de las Artes. La operación servil esencial es la que el artista debe seguir, de convertir su experiencia vital en la materia esencial de su capacidad. 
El artista está obligado a almacenar su experiencia vital, con plena dedicación, para desarrollar interiorizaciones, reflexiones, decantaciones de sus experiencias,  con la máxima fineza posible. El artista está obligado a formarse en el pensamiento, en la sensibilidad, en la ética, en la empatía y en el perspectivismo, en la metafísica y en la política social, en todo lo humano y en todo lo que concierne a los seres de este mundo. Y del diálogo con la vida, el artista va obteniendo imágenes y conceptos, ideas y profundas visiones, las cuales son la Forma formativa de las que emanará, en copia fiel,  la creación que él desarrolle. Las formas profundas que del diálogo mental emanen, con todas sus adherencias sensoriales, teóricas, morales, filosóficas o de sutiles matices emocionales, son el fruto de su trabajo y a la vez nos permitirán a nosotros, los receptores de la obra, generar ideas, impresiones y emociones en el mismo nivel de perfección al que el artista pudo llegar. Y ello es posible, únicamente, porque se abrió la comunicación entre el espíritu del artista y el de aquello que lo impactó, que es la misma que se abre a nuestro propio espíritu. Sólo el lenguaje de esa delicada traducción espiritual permite que accedamos a la misma experiencia creada.
Esta idea del arte y de los artistas es suficientemente justa con el proceso vital al que con entrega total, con absoluta devoción y al tiempo, con absoluto deleite, se entrega todo artista. Hablamos, sí, de copia, de impresión espiritual, de creación propia. Sólo el proceso artístico vivo, comunicativo, llama al receptor del arte a conversar sobre su profundo sentido compartido.

Comentarios

  1. Es muy interesante esto. En verdad el arte es un diálogo con las cosas. Ahora que lo dices, esto es como cuando vas en un grupo y cada uno hace una foto distinta de los mismos sitios, porque estos le han hablado de una manera y uno mismo les ha contestado de otra y la foto es un reflejo de ese intercambio...

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  2. Perdón, no había recibido este comentario Javier. Eso es, es como si el arte fuera una llave de comunicación que permite transmitir experiencias y generarlas. Y cuando queremos comunicarnos, si no hacemos uso de ese sistema, caemos en los malentendidos, pues solo se puede enseñar lo que ya se sabe, o como decía un maestro zen, sólo la sabiduría enseña a la sabiduría....

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  3. Gracias Eva !! Me parece muy interesante y muy bello tu comentario sobre la obra artística. Me ha recordado algo que yo intenté definir sobre mi experiencia en el periodo de encierro por la pandemia. Durante el encierro en los primeros meses de la pandemia, empecé a pintar fotos con paisajes de caminos campestres que me llegaban al móvil de algunas amistades que vivían en el entorno rural.....al principio comencé reflejando lo que visualmente se apreciaba en las fotos, de una forma más o menos realista, con mejor o peor mano: un camino que se pierde, un horizonte, y el espacio abierto.... pero poco a poco cuando te sumerges en el acto de pintar y la mente ya se evade dejando de concentrarse en la imagen original, es entonces cuando la mano se suelta y se libera, cuando entra en juego el instinto y perdiendo la noción del tiempo comienzas a utilizar de forma espontánea la técnica hasta entonces aprendida, pero ahora lo que estás volcando sobre el lienzo ya no es una imagen real sino la impronta que esa imagen ha disparado en ti al observarla... . es realmente una emoción lo que el pincel y la pintura luchan por plasmar....por eso el cuadro final se halla más alejado de la realidad formal...pero refleja con más fuerza la energía del espacio abierto, la intensidad de la luz, la trascendencia de un horizonte inabarcable y el ansia acumulada de ese aire de libertad .... en el fondo intenta reflejar lo que emerge en el corazón una vez que la forma se desvanece... 
    El arte, desde las cavernas, es una forma instintiva de comunicación: el artista necesita urgentemente expresar y compartir la intensidad de aquello que le mueve interiormente... y es esa expresión la que constituye el legado de su obra...
    Quizá por eso el arte ha pasado a lo largo de los siglos desde una perfección figurativa a otras formas de expresión: un reflejo impresionista, una abstracción, un concepto....creo que es un intento de trascender más allá de la forma real para concentrar el mensaje: la emoción que el artista necesita transmitir y compartir...

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