LO QUE LA VIDA NOS ENSEÑE

 

 

El ser humano está en tal estado de shock que es incapaz de utilizar su inteligencia básica en estos tiempos.  Situaciones donde la avaricia y la masificación han atontado sus posibilidades básicas de supervivencia son cada día primera página en los medios. Es posible ahogarse en un vaso de agua simplemente porque la masa humana que nos rodea y la estupidez del pensamiento masivo nos impiden conocer la realidad. A esta conclusión llego viendo la catástrofe del naufragio italiano.

Algo que nunca debió darse, como es un barco con 4000 personas, se hunde a escasos metros de tierra firme. El caos organizativo es tal que los pobres viajeros no sabían siquiera que estaban a pocos metros de la costa, que rozaban casi las rocas. Muere gente. Y la sociedad acepta este desvarío como una catástrofe más. Hace falta estar ciego para no ver que tal estúpida situación, trágica desde luego, se podía haber evitado: si la avaricia de la compañía de cruceros, de los armadores, de los sectores turísticos, no huibiera convertido a los pasajeros en ganado industrial a mansalva, esto no se hubiera podido dar. bastaría con haber fletado barcos en los que las personas, en un número adecuado, pudieran siquiera avisarse de los peligros o de las salidas de esos peligros. Pero lo que cualquier animalillo sabe el hombre lo ha olvidado. la hybris, la desmesura, deja ciego y tonto al hombre.

 

La crisis tiene de bueno que la terrible situación de carencia, pobreza y desbandada educará de nuevo al ser humano en la inteligencia y la consciencia. Al retraerse como especie, al aniquilarse como masa, los humanos están obligados a aprender todo otra vez de la vida y a volver a saber lo que su propia idiotez interesada les ha hecho olvidar: que la realidad es la sabia, no nosotros.

 

Hemos construido una sociedad monstruosa en la que los grandes números lo son todo: impulsaban las economías, generaban las riquezas de unos cuantos, permitían enorgullecerse y envanecerse a los más avariciosos y mezquinos. Sin embargo todo ese sistema basado en las masas, en las construcciones gigantescas, en las megapolis, en los hoteles y barcos desmesurados, no deja pensar ni ver al hombre, no le permite ver que se está ahogando en su propio lazo.

 

Hemos olvidado, locos por un sistema de grandes masas numéricas, que la naturaleza tiene la medida ideal de las cosas. Hemos dejado de mirar y observar el entorno, intentando someterlo a la medida de nuestra ambición. Y con esto, hemos dejado de ver alrededor. Pero todos los sabios conocen  que es el mundo, y no el hombre, quien debe llevar el mando de nuestra creatividad y nuestros actos. Una vieja lección en la que las sociedades tradicionales seguían insertas hasta la llegada del homo cerebralis et scientificus, que se ha cargado nuestra capacidad de ver, sencillamente. Esta imagen, que simboliza la estupidez humana más total, debe ser algo que nos haga pensar cuánto queda por cambiar:

 

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La crisis enseñará al hombre que no es el centro de todo, sino que debe comunicarse con el resto de seres para poder seguir viendo lo que tiene ante sus narices, y así, no ahogarse en la ducha de su casa.

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