tesoros vivos de la historia de madrid: el olivar y casa de menendez pidal

Hubo un tiempo, hace menos de un siglo, que en España, y en Madrid, los intelectuales tenían tal potencia creadora que pudieron forjar barrios, campos y enormes instituciones para la defensa de la cultura y la educación del país. De aquella época, de esos cincuenta años que jalonan el paso al siglo XX, en España, y que son una Edad de Oro en Literatura, Filosofía, Ciencias Naturales, Física, Matemática, y tantas otras artes y saberes, nos queda una memoria viva, pues las obras de estos creadores enlazados entre el 98, el 27, la República, y hasta la linde de la Guerra Civil, son tan enormes que no llegamos a la altura del betún de sus zapatos hoy en día, tras 25 años de una democracia  cateta y nuevo rica.

Si uno por una casualidad va a parar a la calle Menendez Pidal, justo tras la Castellana, y topa con la casa y olivar de este sabio filólogo –uno más de una cosecha inigualable de hispanistas increíbles, que van de Alarcos LLorach a Asin Palacios, de Menendez Pelayo, con todos sus peros, a Valbuena Prat,  o a Lida de Malquiel- se verá golpeado por la belleza de una mansión enorme en medio de un huerto de olivos perfumado y profundo, con las puertas abiertas de par en par, pegado a otro huerto de una hectárea, el llamado Olivar de Castillejo o Olivar de Chamartin, donde todavía hoy aroma el renacimiento cultural español de hace ochenta años, y a una se le corta la respiración de pensar en la fuerza creadora de estos inmensos autores españoles, de todos los sectores, que fueron capaces de convertir sus casas en mansiones del conocimiento, santuarios de la poesía –cerca de aquí estaba la parcela de Dámaso Alonso-, de la historia –el maravilloso Américo Castro fue huésped- de estos lugares.

Cien intelectuales españoles, del matemático Rey Pastor al químico Catalán, del químico y biólogo Blas Cabrera al catedrático de derecho romano Castillejo, impulsaron desde estos campos de olivos un diseño de un núcleo cultural que, calle Serrano abajo desde este balcón de campo, fue forjando Institutos de Investigación de fama mundial donde desde Cajal hasta Ortega trabajaron sin descanso para que se pudieran ampliar estudios, lo que hoy llamamos investigación y desarrollo, para estudiantes españoles hambrientos de conocimiento.

El nivel de perfección cultural que se alcanzó gracias a este grupo de intelectuales en España, cruelmente sajado en la Guerra y el Franquismo, está a años luz de la cruel actualidad. Nuestra basura educativa y científica, capitaneada por las Anecas, Werts y otros centros de burocracia y aplastamiento de la invención y la creatividad, no llega ni a la suela de la zapatilla de lo que fue la Junta de Ampliación de Estudios, los Institutos científicos de Cajal, Menendez Pidal, Ortega, Cabrera, la Residencia de Estudiantes, el Instituto Escuela, y tantos otros centros de concentración de la cultura.

 

Pues está vivo el Olivar. Si una va y se cuela en el jardín de olivos de la casa de Menendez Pidal, allí sigue bajo el porche la mesa y los sillones de mimbre donde Alberti conoció a su mujer e ideó, a partir de romances antiguos españoles, “La pájara pinta”. Allí está el salón donde entró H.G. Wells a comer y a sestear bajo los olivos. Allí se sorprendieron del español de las jarchas la hija y la mujer de Menéndez Pidal. Es posible aún oler el romero, el tomillo, la tierra recién regada, de los olivares que compartían aquellos gigantes a cuyos hombros, hoy, con la memoria, deberíamos de subirnos para llegar a ver lo que fuimos como país una vez.

 

http://www.slideshare.net/Agacio1/jos-castillejo-juan-lpez-surez-el-olivar-de-chamartn-iiihistoria-viva

 

El Olivar de Chamartin fue declarado Bien de Interés Cultural recientemente, salvándolo de la especulación inmobiliaria a comienzos de este siglo. Hoy se celebran allí conciertos, recitales y cine al aire libre. La casa Menendez Pidal es sede de la Fundación del mismo nombre.

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