LA RELIGIÓN GRIEGA



Para contrarrestar la crítica que hace unas semanas hacía de los textos de Sennett. hoy voy a hablar de dos autores maravillosos que han estudiado la civilización clásica griega, uno es Karl Kérenyi y otro es Walter F. Otto. Ambos autores elaboran sus textos a comienzos del siglo XX, Otto más tempranamente, y Kerényi, siguiendo la estela del genial helenista alemán, un poco más tarde. Sin embargo, Kérenyi, de origen húngaro y afincado en Suiza, es el autor que con más profundidad caló el mundo griego y llevó su comprensión completa del mismo a libros como "Eleusis", "La religión griega", "Introducción a la esencia de la mitología" . De Otto reseño sobre todo "Las Musas", genial opúsculo sobre la conformación de esta idea en la cultura griega, de tanta fecundidad posterior en realizaciones de nuestra civilización, y "Teofanía", además de la muy conocida "Los Dioses de Grecia".

Siempre hemos tenido, y Sennet es una prueba actual de ello, una deficiente comprensión de la vida espiritual de los griegos de la era presocrática. El único pensador que rebajó el escalón hasta hacernos el mundo griego completamente comprensible -y con ello, mucho menos profundo de lo que era- fue Aristóteles. Más allá de él, e incluyendo a Platón, entender la mentalidad griega es algo que muy a menudo se elogia y presupone, pero muy pocas veces se acomete y logra en los pensadores europeos de todos los tiempos, que serían los más cercanos al universo de las formas y espíritu heleno. El mundo mítico griego respira todavía en la cultura, entorno y humanidad de aquél país, y en muchos aspectos permanece inédito ante la intelectualidad europea y mundial, porque su sutileza y claridad deslumbra, como dice Otto, haciendo que nos sea particularmente difícil acceder a sus misterios plasmados con asombrosa luz en tantas superficies de arte y conocimiento.


Europa fingió entender el mundo griego desde la misma Roma, que, como bien dijo Simone Weil, creó una imitación superficial del mismo, pervertida completamente en su finalidad y en su objeto. Lo que en Grecia fue resultado de una auténtica revelación única en la historia cultural, dando lugar a las formas de los dioses, los misterios y la teofanía completa en el paisaje griego, no ha sido captado en su inmensidad más que por algunos pensadores, como Otto, que abrió el horizonte en este sentido, y como Kérenyi, que lo matizó y llevó al colmo de la descripción rica en matices. 

Afortunadamente el mundo de los dioses griego es un universo que abarca las distintas capas de actividad vital en Grecia y como digo, pervive en el paisaje, el ambiente y en el medio humano con una fuerza y gracia que se saborea nada más pisar el suelo del país. Sin embargo, estos autores se esforzaron en hilar una continuidad entre ese mundo, y el entorno natural, y las variadas manifestaciones culturales, a siglos de diferencia, con las expresiones religiosas que dominaron la vida helénica durante milenios, explicando su razón de ser. Otto es particularmente brillante razonando qué es una religión y por qué la religión de los griegos antropomorfizó a los dioses. Despojando al mismo monoteísmo de su aura y señalando algunas consecuencias políticas y sociales de su instauración cultural en Europa, el autor muestra que los impersonales dioses humanos de Grecia expresaron en la superficie de la vida humana el más allá increíble que contiene, señalando, con un fulgor que nos ciega, la emergente presencia total de la divinidad en el mundo en que vivimos. 


"Las Musas", el pequeño ensayo de Otto, es una maravilla que consigue unir las reflexiones sobre esta forma clásica, y toda la fisionomía cultural europea, avanzando más allá de ella, hacia un entender la inspiración creadora como una de las fuerzas que domina nuestra vida, y a la que reconoce el genio griego como entidad autónoma, impersonal, y a la vez, profundamente terrenal. Los griegos reconocieron en la inspiración por las Musas el carácter suprapersonal y sobrehumano de la creación y dieron una forma sencilla a su expresión, abriendo la via para que dominara muchas actividades en su cultura, mediante la música, la danza, la poesía.


Kérenyi da en "Eleusis" una magistral lección de cómo abordar el eje central de la religión griega del modo más delicado y a la vez incisivo. Su abordaje en espiral de los Misterios de Eleusis tiene el mismo grado de profundidad que seguramente se requería para poder entrar en el sagrario o "telestério" en el que se llevaba a cabo la liturgia eleusina y se procedía a la última parte de las ceremonias de la Noche Grande. Su fastuoso conocimiento siempre está matizado por observaciones sensibles, que llevó a cabo pisando la tierra griega, conociendo a pie de gruta, templo o isla, esa atmósfera única que todavía transmite el misterio directamente al vidente. Gracias a su intuición, y a su cuidadosa reflexión sobre los pequeños datos que de algunos temas nos quedan, fue posible construir este libro, igual que "La religión griega", en los que se nos lega por fin el sentido auténtico de los enigmáticos mensajes que nos dejó Grecia.
Muchos de esos mensajes adoptaron un aspecto completamente deslumbrante para ocultarse. De esos mensajes nos han mantenido alejados las religiones posteriores, cuyo corazón bebió profusamente de la esencia espiritual de los griegos. Las comparaciones entre las liturgias y sacramentos eleusinos o dionisíacos y las del cristianismo posterior nos llevan a mostrar esa continuidad. El mensaje fundamental, ligado a la alimentación, la cosecha, los ciclos naturales, y la vida y la inmortalidad, era el gran misterio del mundo griego. La profundidad de las formas espirituales griegas encontró en el cristianismo un vehículo profundo de expresión, porque para los griegos nada que tuviera gracia, nada que no hubiera sido agraciado por los dioses, era rechazado,  pero el cristianismo quiso con los siglos borrar de su origen y de su monoteísmo fundamental la herencia griega. Ahí mostró inferioridad como religión, igual que al abrazar una utilitarista propaganda de salvación en todas sus expresiones. Como religión, por su honradez, y por su flamante proclamación de la vida presente como puerta a lo divino, la griega ha sido probablemente la más perfecta de las creadas por el hombre.  Por eso generó conocimiento, arte y técnica inagotables a partir de su brote, y por eso la influencia helénica se expande como un aroma por toda la vida espiritual e intelectual europea en veinte siglos de cultura. 

Nos queda mucho por aprender de estos autores del siglo XX que supieron matizar el academicismo con la sensibilidad, la erudición con la intuición, y producir esta obras que nos transportan no al pasado, sino al futuro, porque la comprensión que nos conservan de nuestros antepasados es realmente el centro desde el que podemos asombrarnos del presente y danzar hacia el futuro.

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