LOS TÍMIDOS

El mundo está plagado de tímidos. Abundantes en enormes cantidades, moviendo el universo con su fe en la capacidad de los demás y su intensa devoción al esfuerzo de igualarlos, los tímidos hacen girar la Tierra. Silenciosamente trabajan y consiguen enormes proezas, brillan como diamantes pero se esconden de la mirada ajena, y su virtud y capacidad implica siempre, conlleva siempre, la modestia. No podía ser de otra manera. Ser realmente bueno significa también tener una tímida excelencia.

Los tímidos renuncian al fulgor del éxito que se vende y aplasta a todos los que lo rodean. No llaman la atención y por ello prosperan en la dócil permanencia que consigue las mejores cosas, que capta las mejores ideas. Pero todo ello ocurre fuera del ruido furioso de la fama, de la lucha mortal por el éxito, de la guerra avarienta. Heredar la tierra es cosa de mansos. Pero el traspaso se hace siempre tímidamente, en la intimidad de la más honda consciencia.

Los tímidos no generan aclamaciones ni buscan los reconocimientos que mueven e inquietan al espíritu. No hacen el ruido que los ganadores y los osados crean y que esconde tanta incompetencia. Los tímidos crecen, y en crecer está también la dedicación intensa a lo que realmente es valioso en la vida, la misma existencia que requiere una sencillez de impulso, una blandura en el alma. No pueden dedicarse a otra cosa ni su pulso está llamado a blandir valor alguno en ninguna competencia. Los tímidos nacen con una bonhomía, cultivan una educación, que los reserva.

 La timidez es una bendición. Es la bendición de los que siempre piensan mejor de los demás, y por ello, siempre progresan. Es la bendición de los que dejan el sitio a los demás, y por ello, atraen la riqueza. Es la bendición de los desconocidos que saborean la vida en su estado puro, sin intermediarios, sin comedias. La de los ignorados que son libres, la de los esforzados que se hacen verdaderamente sabios, la de los que hablan bajo, o no son escuchados, porque albergan el clamor que suena más allá de los sueños en que viven sin enterarse de nada, los que se proponen, o trepan, o descaradamente se llevan todo y ganan todo y en realidad todo lo están perdiendo en cuanto lo consiguen de estas maneras.

Ser tímido es tener una pureza que se convierte ella sola en dureza de espíritu con el tiempo, en energía y fortaleza con el curtirse en experiencias. La timidez se trasmuta en belleza con los años, porque permite moldear y hornear  una personalidad de dentro hacia afuera, y no a la inversa. Tener timidez es una garantía de aprendizaje, de educación, de tolerancia y de modestia. Poco a poco los tímidos imperan en la vida, con su trabajo humilde sobre sí mismos y porque su forma de ser les acerca, al sutil entramado de la fabulosa fortuna de este universo, que debe quedar en manos que la protejan.

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