Instrumentos

Siempre  me  ha interresado la relación  entre hombres e instrumentos.  Filósofos primero, y luego otros pensadores sociales o artísticos han caído en la cuenta de que la relación del hombre con sus herramientas es trascendental.  Es así porque la esencia humana es fluida  y comunicativa: solamente en ensamblaje con un medio, herramienta o instrumento, del lenguaje a la cizalla, de la guitarra al baile, podemos llegar a ser y paradójicamente, completarnos.

Ahora con las tecnologías, aún es más aparente cómo  los humanos formamos sistemas  ensamblados. Unidos a una herramienta o instrumento, se produce una conexión con el centro de uno mismo o con la energía vital.  El misterio está  en que  la herramienta o instrumento pasa a ser parte de uno mismo y la asumimos como propia al comprenderla, adaptarla, empatizar con ella, o transformarnos en ella.  Y al llevar a cabo esa operación nos realizanos individualmente también.  Es decir, en conexión con lo otro, encontramos el yo. 

 Nuestro cerebro plástico puede extender su sensible esencia para prolongarse y favorecer esa simbiosis que es también la que genera la expresión artística, unida siempre a lo material externo, o la que genera la misma evolución vital cuando nos extendemos  a nuestras criaturas mediante ensamblajes afectivos, biológicos o educativos. 

Cuando un artista trabaja mediante un instrumento el sistema ensamblado que surge hace crear algo nuevo.  En esa creación están volcados igualmente hombre y herramienta, artista y medio.  La fusión que se genera parte de la capacidad humana de prestarse a la comunicación con el medio y el entorno y de extenderse en ellos.  Pero también parte de la capacidad de lo real en todas sus formas para hablar por el ser humano, para ser su corazón o sus manos, su mente o su espiritu.  El individuo, y el individuo humano en particular,  no es el fin de la existencia ni su culminación.  Es tan sólo  un instrumento, que ensamblado y empático con otros, fluye y así llega a realizarse. 

Los instrumentos nos dicen lo que somos. Son  nuestros espejos, aquello que se puede blandir o empuñar para llegar más lejos.  Eso somos los humanos también.  Energía que solamente existe cuando fluye. Y para eso existe solamente.

Crear es siempre usar herramientas e instrumentos que  son más yo que  nuestro yo. Con ellas crecemos y nos extendemos. Generamos,  en contacto con su disimilitud esencial a nosotros, un ser más completo.  A través de ese ser que fluye en el intercambio, se traspasa la vida. Somos lo que  fluye, no el sujeto ni el objeto.  Somos lo que se deshace creando y comprendiendo al instrumento. 

Nuestro lenguaje, nuestra comunicación con seres iguales, la esencial armonía con los animales,  nuestra capacidad de sentir más allá y pensar más allá  con todos ellos, proviene exactamente de la misma capacidad que hace que un obrero sienta su herramienta como su propio brazo, o la que hace que el ciego sienta  su bastón  como la punta de su mano.  Es la misma que hace sentir al guitarrista su guitarra como si sus sonidos fueran emitidos directamente por su alma . Y la misma que ensambla al esquiador con la loma nevada . El sistema creado trabaja junto para generar armonía entre lo disímil.

Nuestra cultura debiera ser más humilde reconociendo que fundamentalmente no somos sino instrumentistas o trabajadores manuales de la creación.  Nuestra relación con la vida es laboral. El manejo de nuestras herramientas nos da un alma, nos ennoblece y nos libera.  Y solamente  somos en la medida en que, reconectados con ellas, liberamos de un exceso de ego nuestro espíritu hecho para simpatizar.  Sólo en tanto salimos de nosotros mismos nos hallamos, y eso se lo debemos, fundamente, a los demás  instrumentos de la vida. 




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