ENFRIAR UN PAÍS

Los humanos somos animales mucho más limitados de lo que nos creemos.  Pensamos que razonamos más de lo que lo hacemos.  Pensamos que tenemos juicios exactos de la realidad y que lo que nos rodea es una realidad diáfana y clara.  Y sin embargo no captamos nunca o casi nunca la inmensa realidad en que existimos y reafirmamos con emociones primitivas el cuadro que nos hacemos de ella y que nos conduce a actuar como por un resorte.

Nuestros errores solamente los corrige una buena comunicación con el entorno,  una limpieza constante de nuestra mente y una constante gimnasia espiritual que adapte el limitado cerebro humano a los fundamentos de la vida.  Y cuando no es posible hacer esas tres cosas,  el animal humano enloquece y arrasa  con todo.  Las guerras son ese fenómeno.

Este país está hoy aquejado de una gravísima perturbación colectiva generada por una pérdida del sentido de lo real y una comunicación deforme y envenenada.  Se suma además la ausencia de un control de la situación por la suciedad mental reinante, fruto de esa malísima comunicación dominada por voces y dirigentes ineptos y ambiciosos,  alejados de cualquier espiritualidad o valor elevado.

España está entrando en un infierno propio por su escasa espiritualidad.  Los nacionalismos materialistas y  mezquinos son  el motor de toda la actividad política y la ansias de poder y el interés han podrido la vida política,  por lo que es imposible adaptarse a las situaciones,  comprender lo que ocurre y mucho menos aceptarlo.  Todo esto redunda en una locura colectiva sin freno a la medida de nuestra labrada y trabajada mediocridad.

El único modo de escapar de una locura emocional agresiva que nos lleve a aniquilarnos a nosotros mismos en violencia y en guerra es enfriar la situación y la comunicación que vivimos a diario.  Meter en la nevera,  individual y colectivamente nuestra propia cabeza y suspender los juicios y los exabruptos. Poner flema en el país,  poner silencio y calma.  Tomar todo con fría distancia y rebajar el estúpido tono del cerebro colectivo en  la comunicación que vivimos.

Las redes tienen que desconectar del bucle agresivo  y alarmista.  Los líderes y dirigentes cerrar la espita de las exageraciones y condenas,  de las impugnaciones y victimismo.  Los chats de  amigos deben dejar de despotricar y exagerar en las pantallas. Los medios de masas  dejar  de distorsionar y comerciar con la emoción desbocada. La gente en las calles debe dejar de alimentar con odio el aire seco y desabrido  que generamos.

El país tiene, por su propia salud mental y conociendo su triste historia,  que meterse en la nevera y con un poco de sensatez,  dejar de hostigarse a sí mismo como un pobre animal desbocado.  Sólo si elevamos al silencio,  la calma y el desinterés nuestra mente colectiva podremos ver qué está ocurriendo y entendiendo su realidad, crecer  hacia ella. 

Comentarios

  1. Sin duda, es un gran análisis el que nos haces bajo el punto de vista del comportamiento humano sobre todo. Puede asemejarse a un estado de ansiedad generalizado en el que el ruido de la mente no nos deja ver las cosas con frialdad y nos aboca a un incremento de tensión totalmente gratuito e innecesario. Yo vacío mis chats de forma premetitada para no ver las barbaridades vertidas e intento hacer un uso amable y sosegado de los medios de comunicación a mi alcance para tratar sobre el tema, incluso en las conversaciones personales. Y me permito añadir que para tratar las cosas con frialdad hay que partir de una base y de una convivencia que están tratando de triturar de forma unilateral un conjunto de ciudadanos. Si seguimos sin ponernos de acuerdo en que consisten términos básicos como democracia, convivencia y tolerancia seguiremos anclados en la triste historia y no nos dejaremos de hostigar. Estoy seguro de que lo conseguiremos, y para eso, metamos la cabeza en la nevera antes de hacer el siguiente comentario o tomar cualquier medida. Un abrazo.

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  2. No lo había visto Pepe! Totalmente en sintonía estamos. Fuerte abrazo

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