El buen hacer

Cuando uno se ofusca o pierde un poco la perspectiva, deja de ver que esencialmente la vida funciona por el buen hacer de muchísimos actores que en el día a día contribuyen de modo fundamental a alimentar su riqueza.

Silenciosamente, todos los agentes vitales que sostienen el crecer y el fortalecerse de la existencia son esencialmente benéficos  en su modo de obrar, tranquilo, sobrio, garantizando con total certidumbre el proseguir de cada institución, de cada formación, de cada desarrollo pero sin armar excesivo jaleo, discretamente.

Y es que hacer las cosas bien es hacerlas con sencillez, limitándonos a nuestros  fines con  humildad, que es a la vez claridad de miras y perfección de nuestro objeto.  De repente grandes evaluadores de la calidad de nuestros actos señalan que aquello que se hace con libertad, armonía y sencillez es la suprema actuación,  aquello que hacemos siempre y sin darle importancia,  y que suele ser vital para sostener alguna parte de la existencia más valiosa.

Pensemos que lo que hacemos para sostener por ejemplo la conservación de una obra de arte,  o de una publicación científica,  o de un proyecto en la naturaleza,  es un esfuerzo dotado de persistencia,  discreción y espíritu.  Cualidades que no producen nada excepcional,  y que tienen como  finalidad alimentar algo ajeno a sí  mismas. En su sencillez,  lo importante encuentra su huella fundamental.  Todo aquello que hacemos realmente bien es simple,  libre y discreto.

Hay pues que tornar los ojos a esas realidades medias,  cotidianas,  de nuestras tareas e impulsos,  donde podemos reconocer el espíritu grandioso.  Ese espíritu ha sabido desprenderse de ambición,  mantener fidelidad a  su ideal,  conservar su limpieza de miras.  Y con ello,  es lo supremo.  Aquello que debemos hacer se distingue por un buen  hacer, es decir,  por algo que reconocemos  en su limitación de ambición,  tensión o interés.

Tan sólo hay que fijarse,  pues,  en esas maneras eternas de proteger cosas como la creación,  la educación o la libertad de pensamiento y de conocimiento,  siempre  simples y exactas en su condición adaptada completamente al fin que se busca.  Así podemos reconocer un criterio muy exacto de lo que es hacer bien las cosas. Todo otro exceso o impostacion  nos desorienta y descentra. Hacer las cosas bien es  siempre simple.  Y en la simplicidad están las alas de lo inmenso.  

Comentarios

Entradas populares de este blog

LA VIDA LITERARIA Y LOS PEDANTONES AL PAÑO

el arte y el ego

LENGUAJE ES SIMPLICIDAD (2)