INTELIGENCIA ARTIFICIAL E INTELIGENCIA CREADORA: LO QUE LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL PUEDE ENSEÑARNOS SOBRE LA VERDADERA INTELIGENCIA



En un reciente Informe de la asociación  Prodigioso Volcán se ofrece una excelente panorámica sobre la llegada de esta nueva forma de procesamiento de información, basada en las posibilidades de recogida de datos que Internet proporciona, gracias a la capacidad de asociar, rastrear, organizar y presentar la información mediante sistemas automatizados.


La Inteligencia Artificial es un conjunto de aplicaciones en cuyo desarrollo se han centrado grandes corporaciones digitales como Microsoft y Google. Culmina una serie de desarrollos informacionales que se han ido desarrollando desde mediados del siglo XX. Y como otros desarrollos de la Red, es una sinergia que permite que las inmensas cantidades de información que vertemos en ella sean usadas para la composición de textos cualitativamente válidos para los usuarios.


La llegada de la IA ha supuesto el comienzo de un debate sobre si es posible que este sistema automático sustituya a la inteligencia humana. Múltiples autores, de Noam Chomsky a los filósofos epistemólogos, todos someten a la Inteligencia Artificial a una serie de dudas: Chomsky detecta en ella la "banalidad del mal" de Arendt, y otros consideran que la IA no tiene capacidad para los juicios abductivos de nuestra mente, es decir, para la generación de nuevas lógicas y el progreso inesperado de la racionalidad.

Esto quiere decir que los autores piensan que esta Inteligencia está lejos de ser creativa, como se dice hoy: no es generativa, aunque sea capaz de producir textos nuevos en apariencia. Pero realmente, ¿qué diferencia la IA de la Inteligencia Humana, a secas?

Los autores que estudian la inteligencia compositiva o sintética, que es la que puede generar nuevas ideas, tienen establecido Sternberg et al,1996  que el cerebro humano que procesa información de modo inteligente y creativo realiza 3 actividades diferentes: combinación selectiva (uniendo y combinando piezas informativas de modos específicos), comparación selectiva (proyectando cadenas de asociaciones sobre nuevos contextos, para observar los paralelismos, es decir, realizando analogías y proyecciones metafóricas) y codificación selectiva, sintetizando, eliminando y puliendo las estructuras hasta que pierden ambigüedad y carga informacional superflua.


Estas operaciones de combinación, comparación y síntesis, son clave en la creatividad. Muchas grandes invenciones y descubrimientos se basan en organizar las piezas informativas de modos nuevos, sobre contextos diferentes, o eliminando sobrantes.


El principio de simplicidad, es decir, la codificación selectiva, es crucial en los avances inventivos y creadores en todos los campos, y, por poner un ejemplo sencillo, Rembrandt renunció al uso de la gama del color azul en sus pinturas para potenciar la expresión con los otros colores , o Frank Capra recomendaba siempre eliminar rollos de película filmada para mejorar la calidad del conjunto.


El principio de combinación selectiva ha permitido generar innovaciones cambiando el orden de los elementos y probando sistemas de manera original, y muchas invenciones son resultado de una visión alternativa de los mismos elementos, pero considerados en una combinación o forma innovadora, como la visión de la doble naturaleza del electrón. 


La comparación selectiva o analogía estructural permite establecer paralelismos y lanzar hipótesis de unos campos a otros. Ver la estructura molecular como una escalera de caracol o la del núcleo de un átomo como una nube, son ejemplos de comparaciones selectivas que generaron ideas innovadoras en ciencias, de las que está llena la historia de los descubrimientos.


La Inteligencia Artificial usa toda la información que nosotros mismos volcamos a la red de Internet, realiza comparaciones, extrayendo similitudes que luego usa. Realiza constantes combinaciones de elementos, siendo capaz de rastrear y presentar composiciones de cualquier tema o texto, que además, puede refinar de acuerdo con búsquedas anteriores. Y elimina elementos de acuerdo con las órdenes del usuario. El parecido con las operaciones creativas existe, pero no es exactamente lo mismo.


¿Dónde está la diferencia, entre la Inteligencia Artificial y la Inteligencia  Creadora?


El maravilloso matemático francés Henri Poincaré, a comienzos del siglo XX, se preguntaba cómo se llevaba a cabo la invención creadora en el complejo ámbito de las matemáticas. Por su experiencia personal, había llegado a la conclusión de que el acceso al conocimiento innovador no era una operación mecánica, ni tampoco provenía de la lógica racional. Acceder a una idea nueva, decía el gran pensador francés, era un ”sentimiento de la forma” de esa innovación.  


Según explica en su obra “Ciencia y Método”, cuando descubría soluciones en su búsqueda de avances matemáticos, experimentaba una impresión de forma, que iba inexorablemente unida al descubrimiento, y de cuya captación dependía el posterior desarrollo de todo el avance. Dicha experiencia podía considerarse estética, y Poincaré llegaba a experimentar la elegancia de la resolución de un problema matemático.  Para el gran científico francés, la forma de la invención no era algo baladí, sino que su formulación contenía los elementos clave que constituían el avance intelectual. ¿Qué quería decir Poincaré, con estas ideas?



Los autores que estudian la inteligencia creadora, como importantes filósofos o literatos, efectivamente registran la paradoja de que cuando se crea una innovación en cualquier campo, literalmente se “saca de la nada” un conocimiento que antes no existía. Esta operación no puede generarse de modo automático, ni al azar. Lo que hay en la invención creadora es un “salto al futuro” mediante un lenguaje nuevo. Así lo expresaba Antoine de Saint Exupéry en sus Cuadernos: una relación mediante un lenguaje que garantiza conceptos o visiones antes inaccesibles. 


Según Saint Exupéry, el lenguaje creador, que es la forma de la innovación, es una constelación que fija y compromete a la comunidad de lectores o usuarios que la recibe. La relación entre elementos, que es anteriormente impensable e improbable, se construye mediante el juego con las formas. Y esta operación es un fenómeno que los  creadores ven ligado a la visión repentina de una forma, composición o estructura nuevas. La capacidad de esa visión para instaurar nuevas lógicas se nos hace invisible, porque una vez se comunican, y son compartidas, cambian radicalmente nuestra realidad. Pero no podemos planificar su aparición porque literalmente pertenecen al futuro que ellas mismas van creando.

Sólo mediante un lenguaje, es decir, una herramienta capaz de combinaciones nuevas de elementos finitos, que sin embargo pueden expresar infinitos estados porque pueden romper sus propias normas y establecer nuevos elementos, evolucionando con los individuos, es posible que el pensamiento avance. De otro modo, este permanecería anclado al pasado, incapaz de motivar su propio desarrollo. Lenguaje, forma y relación de sentido construyen direcciones en las que avanzar con el pensamiento, porque consolidan los saltos de tipo lógico, permitiendo que un elemento de una clase establezca conexiones con otra diferente o que pueda definir a su propia categoría, produciendo así un paso de escalada, como decía Poincaré, en la invención y creación humanas.

Según Poincaré y Saint Exupéry, entonces, la invención no es algo que resulte del compendio automático, ni del resumen de un conjunto profuso de datos, ni siquiera, de la experiencia de aprendizaje previo. Se trata de algo más, algo diferente, que está, dicen también autores recientes, muy relacionado con un uso específico de los lenguajes y los códigos, uso del que podemos decir que es “disruptor”, o diferente de todo lenguaje anterior. En una muy reciente investigación, precisamente, sobre el declive de la expansión científica, se percibe la desaparición significativa del uso de lenguajes disruptores en todos los campos del avance científico humano.  


Por supuesto que la IA no puede tener un sentimiento de la forma, ni generar por sí misma un lenguaje innovador. Puede emular la inteligencia maquinal humana, y realizar las operaciones de la inteligencia sintética, pero sólo en tanto operaciones que trabajan con la información ya existente. No puede proporcionar información nueva ni usar el lenguaje para generar nuevos pensamientos jamás concebidos por los seres humanos, porque su base de trabajo es lo “ya sabido”, lo ya existente, la información universalmente compartida en la red. 


De manera que la IA es un excelente medio para procesar lo ya sabido, pero no para pensar lo nuevo. Como le ocurre a mucha parte del pensamiento científico convencional, y a la inteligencia humana vulgar, está férreamente atada al pasado, y sus estructuras y códigos repiten y reiteran lo existente, lo previo.  La inteligencia creadora, la invención y la innovación, son auténticos saltos al futuro que las operaciones repetitivas no pueden dar.


Es cierto que sistemas como la IA nos permitirán liberarnos precisamente de operaciones básicas con información como son las de compilar, resumir y expresar datos. Pueden ayudar muchísimo, como explican desde Prodigioso Volcán, para liberar a los informadores de tareas poco creativas.


En este sentido, y con respecto al periodismo, por ejemplo, la IA nos liberará de tareas serviles e incluso puede que obligue a los profesionales a hacer algo más que repetir como loros la información convencional de fuentes ya conocidas.


Cuando un creador, un investigador o un científico innova, no sigue patrones de uso habitual ni compila la información universal. Su selección de elementos puede ser completamente impredecible. Puede que incluso desconozca información básica, y ello precisamente le sirva para innovar. Las analogías con las que trabaje pueden escapar de toda plausibilidad, pero sin embargo, serán como las de Galileo, imprescindibles. Y sus síntesis creativas seguramente serán inexplicables, al mismo que tiempo que asombrosamente adecuadas. Ello forma parte del avance en el conocimiento, que no puede ser automatizado ni fabricado. 


Si aprendemos a distinguir entre Inteligencia Artificial e Inteligencia Creadora, quizás podamos también aprender con ello, que muchas de las formas de comportamiento que hoy consideramos inteligentes no son más que simples ejercicios de redundancia, superficialidad, e incluso, estupidez. La IA puede enseñarnos esto, al menos.




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