EL PERIODISMO NACE EN GAZA

 

En estos días son ya más de doscientos los periodistas asesinados en Gaza desde el comienzo de la ofensiva israelí. La cifra es superior a la de informadores muertos en todo el mundo en el último año. Los periodistas, como denuncia Reporteros sin Fronteras, son por primera vez, de manera violentamente clara, objetivo preferente en la masacre palestina. Llevar un chaleco de prensa es en este conflicto saberse diana sistemática de las bombas sionistas.  Ello contraviene absolutamente todas las disposiciones humanitarias en conflictos bélicos anteriores. Junto con los 400 sanitarios masacrados, constituyen el colectivo cuyas muertes son más inesperadas y cruelmente sorprendentes en este conflicto.

Sólo en tres días de noviembre, murieron diez reporteros en el pequeño territorio palestino. Israel está erradicando el periodismo en Gaza, afirma RSF, pues además de no permitir la entrada de informadores internacionales al territorio asediado, ha destruido todas las infraestructuras de los medios de comunicación del país, de manera preferente. Israel no sólo considera a los periodistas objetivo de ataque de primera importancia: las familias, hijos y nietos de los informadores son también asesinados, con la intención de doblegar la voluntad de los periodistas de cadenas como Al Jazeera o Al Quds,  para impedir que se documente el genocidio. Uno de los casos más notorios es el reportero de AlJazeera  Wael Al Dahdouh, que vio morir a su esposa, hijos y nietos en noviembre, y cuyo único hijo aún con vida, periodista como él, falleció ayer en un bombardeo. El propio Wael Al Dahdouh fue herido en un ataque directo en el que murió desangrado el camarógrafo de AFP Mustafá Thuria, pero Al Dahdouh no dudó en reincorporarse a su tarea unos pocos días después de ser herido.

Israel sabe que los informadores en la franja están en directo contacto no solo con la población palestina, sino con las milicias de Hamás, y aunque los informadores palestinos están haciendo gala de una increíble capacidad de resistencia y de una visión completamente auténtica, humana y transparente de la cobertura del crimen de guerra israelí, desde Tel Aviv consideran a la prensa colaboracionista de la milicia armada palestina. La agresión a la prensa va más allá de todos los límites en guerras anteriores, y junto con las declaraciones abiertas de líderes del gobierno y parlamento de Israel sobre la necesidad de asesinar a los bebés, destruir los hospitales o de acabar con toda la población gazatí, constituyen una prueba de que estamos ante un fenómeno de crueldad humana que se iguala con genocidios como el nazi, por la abierta negación de principios humanitarios fundamentales del derecho internacional como es el de la libertad de prensa.

Pero como con el caso de los niños, una resultante no prevista en este genocidio periodístico es la reacción que los propios informadores palestinos están teniendo, de heroísmo, entrega y dignidad profesional absoluta. Lo único que sabemos de cuanto ocurre en Gaza nos está llegando gracias a la vida entregada de los informadores que allí resisten a pesar de que sus familias y ellos mismos son el blanco seguro del exterminio israelí. El periodismo en Palestina es hoy una vocación de servicio y de sacrificio única. Y así, los vídeos cortos transmitidos mediante equipos precarios de móvil, las descripciones sucintas apoyadas en fotografías de urgencia, y el cuerpo mismo de las periodistas, que micrófono en mano nos transmiten el repulsivo comportamiento del ejército israelí son absolutamente excepcionales como ejercicio periodístico: son sencillos, humanos, directos, no hay prosa gratuita ni propaganda o artificio: se relata la verdad humana de la tragedia en Gaza con tal pulcritud informativa que, junto con los profesionales de la sanidad en la franja, ya se considera a los periodistas héroes y candidatos para el Premio Nóbel de la Paz. 

Lo que nos transmiten los periodistas palestinos es oro puro: nos muestran con absoluta constancia y resistencia el reflejo del sufrimiento humano, que a pesar de lo saturados que están los medios y las audiencias, de toda forma de impacto sensacionalista, aquí se nos presenta como una ventana al mundo nunca antes abierta. La verdad humana de los relatos, los rostros, las declaraciones y diálogos, traspasa toda la barrera de falsedades, de fingimientos, de propaganda y de tergiversaciones, generando una verdad que está conmoviendo al mundo entero. 

La cobertura de estos informadores transmite poderosísimos mensajes humanos porque en el mundo digital, repleto de tecnologías, representa el contraste de la verdad simple que se transmite de boca de niños, padres, panaderos, ancianos. Rompiendo los estereotipos de la información sobre poblaciones árabes, nos hacen llegar una imagen humana y natural del pueblo palestino, que despierta nuestra empatía y nuestra comprensión, pues ante la brutal agresión, reacciona con paciencia, con dignidad, con resistencia, mostrando su dolor, pero también su compromiso profundo con su tierra y sus conciudadanos.

Solidarios con ellos, los periodistas palestinos han asumido un periodismo moral profundo, que combate mediante la información, mediante la transparencia y la verdad directa.  Ante el periodismo comprado, partidista o insensible, ante los miles y miles de informadores en el planeta que se complacen en transmitir la vulgaridad, la superficialidad, el interés del poder o la simple estupidez, los periodistas de Gaza dan lecciones de un estilo informativo genuino que gana el combate de la guerra de información, mediante todo lo que nos dejan saber, poniendo sus cuerpos en segura condena de muerte. Los periodistas palestinos lloran en directo, pero no dejan que las lágrimas enturbien el relato veraz y absoluto de lo que está ocurriendo allí, porque saben que ganar el relato es ganar la guerra, aunque pasen años. Impresiona esa mirada humana que es la mirada de la esperanza, del amor a la especie, de la negación de la derrota y del amor a la verdad.

Junto al mensaje que transmiten, lo que ve el mundo de las redes y de Internet es un trabajo de resistencia profesional en el que renace el ideal de informar defendiendo su pueblo y su verdad, arriesgando la propia vida. El periodismo, si es algo, es hoy el periodismo palestino.  El combate del comportamiento valeroso, ético y comprometido de estos pulcros informadores de calle despertará vocaciones en todo el mundo, porque es lo que hace verdaderamente valiosa a la profesión, no el poder ni el liderazgo intelectual, sino ese plus de valor que tiene un periodista, que combate pacíficamente con su micrófono en la mano, pero puede conseguir cambiar el signo de las cosas.

 


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