un “peter brook fallido en el festival de primavera/otoño”

 

El Festival de Otoño de la Comunidad de Madrid ha sido siempre una exquisita ocasión para ver a grandes artistas de escena en vivo. Hace muchos años tuve la oportunidad de ver en este encuentro “Mahabharata” de Peter Brook, que creo ha sido de las obras de teatro más auténticas, vivas y energéticas que haya presenciado en mi vida.  Brook era un auténtico mago de escenario, creó un espacio sagrado donde los elementos naturales cobraban fuerza dramática, y donde las razas y lenguajes confluían para abrir el libro de la comunicación a todos los países y culturas.  Recuerdo aquello como un libro miniado, como una joya de la memoria.

Realmente Peter Brook era épico entonces. Y pensando en aquel Peter Brook, he ido hoy a ver “11 and 12”, función dirigida por el mismo autor, en colaboración con el Théâtre des Bouffes du Nord, de Paris. Y lo que me he encontrado es con un espectáculo fallido y mediocre. Le vienen a uno malos pensamientos: parece que aquel Mahabarata de Peter Brook fue un puro azar, porque la fórmula de entonces aquí parece una caricatura.

Nos encontramos ante una compañía internacional de actores malos, que no declaman bien ni en inglés ni en árabe. El texto, que hace épica de las enseñanzas dudosas de algunos santones árabes, es muy mediocre también. Ensalza las virtudes de un misticismo completamente descarriado que proclama “un hombre puede enfadarse pero el enfado no debe durarle más de tres días”. Pues vaya mierda, digo yo, de enseñanza. . Otra lección de rebajas de enero es la que aquí se proclama, con gran solemnidad brookiana: la serpiente tiene que sisear. Otra gilipollez que por mucho que vistamos de azafrán y coloquemos en posición de loto, sigue siendo una gilipollez y además agresiva y pedante.

Aquí tenemos delante, pues,  una obra que rinde culto a la decadencia espiritual de una época, pero que nos parece muy loable  porque esa decadencia se produce en otro continente, y nos parece exótica y pinturera, es una especie de debilidad mental del colono que, fascinado por tierras extranjeras, pierde el sentido del valor, y cualquier exotismo le parece sublimar su gusto. Pushkin habló mucho y con enorme acierto de la mentalidad clasista y ególatra de los adoradores de lo exótico, que en el fondo, solo se quieren a sí mismos. Y este montaje de Brook, soso y lento, de escaso valor espiritual, lleno de ceguera en tantas cosas, es un auto-homenaje fallido que convencerá a los que gusten de las apariencias exóticas sin riesgos, pero dejará vacíos a los que realmente conozcan la sabiduría islámica profunda.

 

Ojalá volvamos a ver al Peter Brook del Mahabarata, o al menos, a un director que escoja buenos textos –sea Beckett, sea quien sea-. porque cuando bandea y da voz a mediocridad, sus espectáculos se quedan en nada.

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