Y POESÍA CADA DÍA

Así empezaba un viejo poema que escribí siendo adolescente. Pero el ripio tiene su verdad: cada día debe haber en la vida poesía. Ya sea en forma de creatividad en una actividad laboral cotidiana, ya sea en forma de meditación en la que se da forma a un pedazo de tiempo, ya sea en forma de creación de la nada, de un verso, o una música, o un dibujo. Es el único esfuerzo que nos pide la existencia para ser felices. El esfuerzo de crear cada día.

Muchas veces dejamos escapar este impulso por una triste debilidad, por una sensación de torpor, por el enfado contra el mundo. Pero hasta cuando hemos cometido un crimen, tenemos derecho a nuestro consuelo creativo, a ser los niños mimados de la vida, los creadores, así es la estructura de la existencia: “con regalos grandes castigávades mi delito”, que decía Teresa de Ávila.

No puede faltar un impulso creativo realizado en cada día de la existencia humana. No puede dejarse de fundir la voluntad con su más alto fin. Es el único modo de aprovechar el tiempo de vida. Y muy pocas veces siente uno el apremio enorme, el imperativo, de crear como la necesidad esencial de la existencia. Ese mandato es el más sagrado, y debe afectar a todo ser humano.

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