LA CABEZA EN LA TIERRA, LA TIERRA EN LA CABEZA

La sociedad actual está fuertemente aquejada de neurastenia. La tendencia a convertir cualquier suceso en algo dramático, trágico e inaceptable, es algo que se puede ver en la mirada de muchísimas personas a lo largo del día. El mal desnudo y abierto está implantado en la vida social por todas partes, y la lucha de ambiciones, dominación, intereses, egoísmos, es tan densa en la cultura de este país que es muy difícil no perder la fe en el futuro y es sencillo empezar a odiar y a sentir asco por todo cuanto nos rodea. Como le ha pasado al cantautor Albert Pla, que sin darse cuenta, por la neurastenia ambiental, ha ingresado sin más en el grueso saco de los fascistas o racistas que hay por todas partes.

Es sencillísimo, como digo, pasar a ser un fanático hoy en día. Se palpa en las reuniones escolares, en la cola del supermercado, en el trabajo, en las manifestaciones. Por suave transición, una persona con pocas luces, que se siente amenazada, y que es adoctrinada por un resentido, pasa a ser un fanático o un neurótico en fase crónica. Está el país lleno de cabezas echadas a perder, dispuestas a agredir, a cargar, sin mirar mucho lo que se hace, contra uno que llega nuevo y sin protegerse, contra otro que tiene trabajo o contra un tercero del que se quiere pensar que es malvado, tiránico u opresor. Y este caldito que se va formando es el idóneo para meter la pata hasta el cuezo y terminar agrediendo, acabando, con el más inocente de todos, sin haber pensado bien lo que se hace, porque la neurastenia empieza a ser hoy en día una moda, y ser un fanático, es de lo más fashion.

Están las manifestaciones hoy llenas de burgueses que, tras sufrir la crisis, y más que nada por ser modernos, han pasado a ser fanáticos. Son gente a la que la agresividad se les ha convertido en un estilo. Como Pla, fascista porque está “in”. Pero el ambiente que esta sociedad está construyendo es de pena. Es un país lleno de agresivos, de ambiciosos, de mafiosos y de aspirantes a serlo, que de momento, cargan contra el primero que llega, para ejercer su dominancia incompetente.

Ante este panorama, le aconsejaba hace poco a un amigo aplicarse una inconsciencia deliberada, es decir, dejar dormir en el fondo de nuestra cabeza las maniobras interesadas, las mafias virulentas, las locuras colectivas, y dedicarse, como siempre, a extraer de la tierra cosas que alimenten de verdad nuestra cabeza, para sanearla. Como Jung hacía, abrir la mente hacia el interior, más allá de uno mismo, donde topamos con la tierra misma, y ponerse en contacto con la naturaleza y el suelo del que emanan verdaderamente las ideas.

El olvido, la distracción, y la incubación creativa son fundamentales en este ambiente neurótico. Y tienen la enorme virtud de desinflar radicalmente los medios tensos, pues estos dependen, naturalmente, de las cabezas que los irradian. Dice un sabio maestro en Chi Kung que la energía solamente es accesible cuando se produce la relajación: es un fluido que oasa a través de nosotros, y va de la tierra a la tierra, cuando la cabeza abre sus puertas interiores y lo deja pasar. Pero para ello, hay que ver muy claramente que todas las estrategias de administración de la estupidez, o de la agresividad, o de la ambición, no hacen sino cerrar esas puertas e impedir el libre fluir de la energía que crea.

Cuando somos conscientes de que la mayoría de las neurosis que nos rodean son simples cápsulas de energía que no fluye, algo así como sequedades del cerebro, y que son causadas por personas que no son capaces de hacer nada –incompetencia dominante-, entonces abrazamos con entusiasmo el completo olvido de esas situaciones, y les dejamos campo libre en su entorno, pues nosotros debemos hacer algo con las manos y gracias a ello, transmitir las ideas.

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