hacer cosas importantes


El ser humano necesita a toda costa hacer cosas de importancia en su vida. Vivir sin hacer esas cosas parece algo insoportable, vano, desierto, descorazonador. El ajetreo, el afán ansioso, la búsqueda desaforada de cosas con sentido, que realicen a la persona, y la hagan sentir que su vida tiene un rumbo, y está completa, ha sido valiosa, y que puede descansar tranquilo habiendo vivido, es la energía secreta que mueve el mundo y a la humanidad. Somos como hormigas que ansían encontrar ese algo que hacer, que  no es cualquier cosa: no es divertirse simplemente, ni sentirse inmerso en un rebaño, familia o urbe, no es envolverse en oro, ni en prestigio, ni agotarse en esfuerzos o deportes, ni  en trabajos o misiones que estructuran el tiempo del que se aborrece. Si miramos vida a vida las cosas que la gente hace, veremos un devaneo de intentos, muchos de ellos frustrados, de encontrar un sentido a su vida, mediante amores, libros, hijos, imaginaciones. Pero lo que realmente nos importa en la vida es hacer aquello para lo que se nos necesita.

El ser humano es un prodigio de capacidades que descubrir haciendo esas cosas importantes que nos justifican por entero, nos explican. Cuando toda nuestra personalidad está envuelta, con su energía, su talento, su fineza, su libertad de elegir, en una tarea, en un trabajo o una obra, sin que renunciemos a ninguna arista de nuestro ser, al llevar a cabo esa misión o esa actividad, eso es realmente lo que nos da la felicidad. Puede que se trate de cosas dispersas: ayudar en una causa justa, hacer un favor a un amigo, emplear mucho tiempo en una tarea que lo exige con lentitud, cesar de moverse o de actuar en un sector, abandonar cosas inútiles o dejar caer estorbos o situaciones inoperantes, o sencillamente captar el espíritu del momento para encauzarlo sabiamente hacia donde uno sabe que quiere estar, o hacer cosas.

Muchas veces las cosas importantes que hay que hacer en esta vida son las que menos importancia tienen en la vida social, a las que la gente no presta atención. La vida nos propone nuevas versiones de nosotros mismos en situaciones inéditas, y espera nuestra respuesta. Muchas veces el orgullo, el ego, que hacen a una persona construirse una importancia rígidamente encastillada, esclavizan a este hombrecillo y lo inhabilitan para poder emprender esa nueva versión de sí mismo. En otros casos, la cobardía, la falta de decisión, de compromiso, el no dejar caer nuestra sangre en el vaso de la  acción importante, atenazan  a la mayoría.  Y cuando nos echamos atrás, renunciamos al sentido de la vida. Nos quedamos en el limbo no comprometido y seguro del no ser. Pero no hay tortura más atroz que estar muerto en vida y únicamente ser un proyecto de muerte.

Lo más importante que tenemos que hacer es ver dónde nos necesitan y entregarnos a ello con todas las artes de nuestro ser. Si conseguimos eso, estaremos vivos. Si ni la vemos, ni nos entregamos al ver esa imperiosa llamada, tendremos la secreta convicción de ser anticipos de la muerte en plena vida.

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