el gusto por lo perfecto

Decía Abraham Maslow que las personas tenemos necesidades estéticas, de armonía y belleza, que son una parte importante del impulso al crecimiento de cualquiera que entra en contacto con ellas. Cuando ponemos en marcha las necesidades estéticas, automáticamente nos situamos en posiciones muy elevadas de nuestra pirámide de experiencias, lo que nos hace ver desde arriba nuestro desarrollo personal, arreglarlo y completarlo, y seguir ascendiendo en esa pirámide.

El gusto por la perfección es un rasgo de todo artista. Cuando algo está perfecto, está acabado. Es imposible descansar, para el artista, si no tiene su obra perfecta. Pero todo hombre es artista en algún campo o sector, y por eso, todos aspiramos a esa perfección que controla todo nuestro tiempo y que convierte cualquier obra o trabajo que uno haga con arte, en algo absorbente y absoluto en sí mismo, a lo que dedicamos nuestra vida con plena consciencia de hacerlo.

Cuando se llega a este grado de dedicación, en cualquier tarea u oficio, sea como fuere, necesariamente se superan los límites o defectos habituales y se alcanza la perfección. La perfección es en realidad el medio del artista, y no su fin: es el modo como el artista trabaja. Hacer las cosas muy bien es no un fin en sí mismo, sino el medio de la felicidad de todo hombre, de todo artista.

La perfección y el gusto por ella saltan las barreras de los géneros de actividad y las superficies en las que se actúa. Cuando a uno le gusta, por puro afán artístico, hacer las cosas en su perfección, termina gustándole hacer bien más y más cosas, y convierte la totalidad de los aspectos de la vida, en un arte. Este tipo de criterio vital  hace que se conjunten, como en una sinfonía, las actividades humildes y las más elevadas, en la búsqueda de la perfección como tono vital. Disfrutar del espectáculo de la propia vida como algo perfecto, acabado y consumado, es un placer que solamente alcanza quien ha decidido abrazar el ser un artista en toda su profundidad.

Ya no creemos en la sociedad de castas, pues su degeneración dio lugar y todavía produce desgracias humanas incalculables. Pero si hubo y hay algún tipo de justificación, es sin duda el hecho de que, cuando una persona aspira a la perfección, no como obsesión malsana, sino como un medio para realizarse en una superficie indirecta y alcanzar con ello su propio impulso creativo total, esa persona, digo, es sin duda de un tipo, de una variedad, que no será nunca igual al que simplemente hace las cosas por un interés, por un plazo de tiempo, o con un esfuerzo que no se inspira en la perfección.

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