YINGOYANG

 

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Cuando se estudian los símbolos y recorremos las familias simbólicas de los arquetipos fundamentales, llama siempre la atención cómo los simbolismos del centro, como el mándala o el axis mundi, derivan y se perfeccionan en los llamados símbolos de los opuestos unidos, los enantiodrómos, aquellas estructuras que reflejan la perfecta unión y la energía anudada a los principios polares u opuestos que se complementan y ensamblan en una unidad superior.

Los símbolos expresan sabiduría vital que la razón no puede alcanzar. Los simbolismos polares, y los enantiodrómos o símbolos de opuestos unidos expresan principios vitales  que rigen este mundo y nos conducen a sus niveles más altos, hasta trascenderlo.

Los simbolismos de oposiciones que se armonizan enseñan caminos al alma por los que ésta puede sobrepasar los escollos más temibles de la vida terrena. Todas las cosas que nuestra mente no puede superar, se pueden consignar en los enantiodrómos. Estos símbolos nos enseñan a comprender que todas las dualidades tienen una solución superior, por inconciliables que sean. Que la vida y la muerte, el amor y la depredación, la salud y la enfermedad, el tiempo presente y el vivido, que son para el corazón temibles contrarios que lo destrozan, pueden ser unidos e incluso puede usarse su enfrentamiento para encontrar el aspecto en él de la unidad superior que en su complementación los supera.

El símbolo chino del yingoyang, es un mándala célebre que expresa en su estatismo visual un principio energético fluyente de enorme importancia cultural. Ying y yang, lo pasivo y lo activo, la fuerza y la relajación, son principios que deben regir el cuerpo en sus movimientos y al alma en sus evoluciones. Las ruedas y círculos de yingoyang expresan la capacidad desbloqueante de los contrarios cuando uno pone en acción al otro: cuando del completo descanso surge el movimiento, cuando del movimiento enérgico se obtiene el impulso vaciador que relaja. El TAI CHI es una milenaria ciencia que ha aplicado las ruedas de yingoyang a infinitos aspectos del cuerpo, combinados con las respiración, con las estructuras de movimiento complementarias de las distintas partes del esqueleto y los músculos. YIngoyang está presente en todas las artes del TaiChi, mostrando cómo siempre es necesario repartir en una estructura de contrarios –descanso y carga de peso, impulso y expiración, movimiento y relajación- la rueda  de la energía.

Pero Yingoyang nos enseña también los mecanismos basculantes del alma humana, que solamente en el fluir consigue desarrollarse y liberar su esencia dada al mundo. ¿Por qué cuando lloramos y lamentamos profundamente por algo, nos liberamos de ello? ¿Qué hay en la energía con la que nos dejamos llevar  que sin embargo nos hace sentir plenos cuando nos vacía? ¿Qué mecanismo de contrarios que se contrapesan, o de direcciones opuestas que aprovechan su acción contraria para crecer  y sumarse, existe secretamente en nuestra alma?

Yingoyang son centros y ruedas de energía que nos enseñan que más allá del pensamiento racional, más allá de la torpe pesadez de nuestra geometría, y de la esclavitud de gravedad y crecimiento que nos domina en todos los aspectos, existe una dimensión donde vida y muerte son uno, luz y oscuridad son fulgor, descenso es ascenso y dolor crea paz.

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