Lo que dice el atentado de Barcelona

Estos días trágicos leemos a muchos que  dicen  cosas sobre los atentados de Barcelona. Pero muy pocos realmente escuchan  lo que el suceso está diciendo a gritos,  lo que el terrorismo islamista está diciendo en su terrible lenguaje de crueldad inhumana.  Y lo que el atentado nos traslada es precisamente la inhumana deriva  de la sociedad actual en la que  perecen a diario cientos y miles de personas sin que haya ni un lamento por ellos. Igual que mueren  a manos de los terroristas cientos de inocentes,  en su mayoría musulmanes,  también hay niños y jóvenes inocentes arrojados al mar por traficantes de los que nada oímos ni nada se piensa.  Y hay intentos fundamentales de expertos y de organizaciones por acabar con la estructural violencia generada en Oriente  Medio por los intereses capitalistas y de poder a los que  los periodistas no dedican  ni una frase. Hemos creado un infierno en la orilla de enfrente y nos tapamos  los oídos,  no queremos ver el humo  de sus crematorios ni el dolor de sus niños.  Como en un equilibrio macabro ese infierno se reproduce aquí para decirnos que  no tendremos paz si no lo reconocemos  y acabamos con él.

Esta sencilla verdad nos dicen  los atentados.  Que unos muchachos ciegos de violencia y propaganda sean capaces de organizar  una masacre humana en Barcelona no puede justificarse jamás.  La violencia directa que mana de sus acciones es absolutamente brutal y absurda y el único modo de combatirla  es mediante el rechazo moral y la resistencia pacífica. Pero esos niños asesinos no son sensibles a la lucha  moral porque son resultado de una sociedad estructuralmente violenta que ha generado un mundo insensible a la moral,  ciego y sordo al mal que él  mismo genera.

El terrorismo habla a la sociedad y hay que escuchar lo que nos dice en esta ocasión,  porque nos habla de infiernos permanentes y de crueldad ilimitada como una nueva realidad que amanece para quedarse.  El horror que comunica no se combate con resistencia pacífica ni moral solamente. Los conflictos subyacentes y los traumas abiertos son un volcán en erupción que no se detendrá si no lo asumimos como el gravísimo problema social que supondrá de si en adelante. Las guerrillas no se vencen con ejércitos.   Hay que restaurar la integridad moral de nuestra sociedad y limpiar de mal profundo nuestras propias manos. Esas que  han dado a luz a una criatura negra que asesina y cuya sombra es tan parecida a nosotros mismos. 

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