La ruindad de Dios (elegía)

 En una primavera apenas anunciada,
fragor de humedad y hierba negra,
en las sombras salía nueva vida;
asomaba el final del invierno
pero no se te permitió visitar la primavera
y quedaste privado de la vida.

Era un oscuro mundo de madera yerta
de mojado desapego de un sol dulce
era el prolongarse de canciones
de una niñez entera
de un amor usado y largo,
un corredor de casa, hogar de huesos,

estos trazos borrosos de amor,
firmemente grabados  en muesca de mi alma,
fueron a morir a una dormida primavera
entre llantos sin flor ni tierna yema
y no alzamos la mirada sobre el hielo
ni pudimos suspirar la dulce pena
entre las flores de tu corazón tierno;


privado de más primaveras
sin sospecha
de que el camino de luz no llegó a tiempo
quedaste sin derecho de vivir
deshonrado a las puertas del cielo;

como todos los muertos, ofendidos,
insultados de Dios en el alma
saltando de impotencia,
enmudeciste y se voló tu imagen
y gritando sin sonar por el degüello
explotó el alma en infancia y mil retazos de destellos

pero hay algo más
que la ruindad de Dios o la infame muerte aquí:
está mi palpitante espíritu en tu memoria
que siempre, eternamente, te restaura.




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