Qué es una Secta (parte I)

 

Tengo ocasión de observar un fenómeno que está estudiado en la psicología social desde los comienzos del siglo XX, como es la mentalidad sectaria, la formación de la personalidad autoritaria y su peligrosa evolución, muy de cerca. Voy a recordar cuáles son los rasgos de la mentalidad de secta, y el proceso por el que se genera, crece y produce temibles consecuencias en la vida social, de las que el fascismo y el nacismo de los años 40, o el estalinismo de los 50, son ejemplos siempre presentes.

Una secta es un grupo dominante que quiere imperar o invadir un espacio o comunidad públicos. Su objetivo esencial es invadir, dominar y controlar al resto de individuos que viven en el mismo territorio. Fundamentalmente la secta es un grupo de poder: su interés es fundamentalmente perpetuar su poder y adquirir más. Actúan violando la libertad, la ética y la paz psicológica de los entornos humanos donde surgen, creando un clima fóbico, de miedo y agresividad que se complementan. Cuando se adueñan de las mentalidades mediante el miedo o la abducción, una secta consigue que las personas pierdan todo sentido de la realidad, entren en escaladas de agresividad, y puedan llegar a exterminar a millones de personas, enmascararse para quemar a sus víctimas o montar tribunales de inmolación de sus posibles presas. Todas estas barbaridades tienen además la finalidad de seguir promoviendo el pánico en el entorno humano en el que la secta se desenvuelve, y por tanto, crece el poder de la secta misma. El mecanismo es espeluznante, y vamos a estudiarlo paso a paso.

La secta no tiene propiamente dicha ninguna finalidad externa a sí misma. Es decir, cualquier finalidad, objetivo ético, meta social, ideología, que aparezca en ella, son meramente una herramienta, una máscara para el verdadero fin de la secta: el dominio del territorio.

Hay sectas que utilizan la ideología de extrema derecha o de extrema izquierda, sectas que utilizan el ideario nacionalista o el naturista  o el vigoréxico: cualquiera de estos ideales es meramente una palanca, una herramienta, con la que la secta hace tres cosas:

1-adquiere una justificación y excusa para castigar a una víctima, o llevar a cabo una acción violenta.

2.-se autooculta su verdadero interés egoísta, dominante, agresivo: obra “en bien de la educación”, “por el futuro del país” o “para recuperar la fuerza moral”, por ejemplo.

3.-se autoaplaude en rituales supuestamente ideológicos en los que recarga de energía emocional a sus miembros abducidos. Por ejemplo, una asociación interesada en el lucro económico que convoca a sus miembros e incluye en su liturgia de funcionamiento una celebración de sus supuestos ideales.

Es muy interesante que la perversión de la secta, incluye difundir y aceptar la hipocresía, el cinismo y la doble moral como herramienta de violación psicológica de sus víctimas: dado que una secta pretende por ejemplo, convertir a sus víctimas a la fe verdadera, puede torturarlas, diciendo que las está ayudando a salvarse. Más modernamente: si una asociación de padres dominante acosa y denuncia a una profesora de un centro educativo, y dice hacerlo por su bien y para garantizar la defensa de la enseñanza pública, el mismo procedimiento de violación psicológica y de doble moral como herramienta de poder se establecen en esa actuación.

La secta, por tanto, usa la falsedad, el espionaje, la manipulación de la información, o la mentira gordísima, como una espada de dos filos: en primer lugar, estas manipulaciones de la información parecen dirigirse a maquillar o amañar la verdad, de manera que engañen a cualquier incauto. pero una vez descubierto el engaño, la secta lo mantiene con total cinismo, mostrando el otro filo de la espada: en un segundo golpe, la secta muestra que desde el principio no pensaba engañar, sino esconder el cinismo para que tuviera más impacto en el incauto. Es decir, se lleva a cabo la doble violación psicológica: primero mediante una reclamación de verdad falsificada, y después, mediante la insistencia en la imposición de la mentira. Digamos que se captura y tortura tanto el espíritu del bien como la resistencia al mal absoluto, de las personas. Se despierta la candidez para darle un golpe más bestial.

¿Cómo se forma una secta, y qué mecanismos la hacen peligrosa? Es muy interesante analizar el proceso.

Una secta comienza a partir de un grupúsculo de individuos muy característico. Eric Fromm, en “El miedo a la libertad”, describió a estas personas como individuos resentidos, con baja estima personal, frustrados y necesitados de una seguridad que no tienen en su vida profesional, personal o social. Estas personas débiles mentales necesitan desarrollar una fuerza agresiva hacia el entorno que compense la falta de seguridad interna.

Situaciones donde el resentimiento, la frustración o la impotencia se adueñan de personas, o donde la incapacidad mental para superar traumas o para encajar golpes vitales hacen a un individuo sectario desarrollar una energía agresiva hacia algo, o desear invadir territorios o actividades, son corrientes hoy en día. El caldo de cultivo inicial es siempre una infelicidad profunda, y el deseo de sublimarla en agresividad, interés extremo, deseo de dominio externo, o de traspaso o trasferencia del dolor al dolor ajeno.

El sectario de origen suele tener mayor capacidad intelectual que sus acólitos, que el ejército o la cohorte de segundones, seguidores, socios, que acompañan, se dejan convertir, y se convierten en brazos armados del grupúsculo inicial. El sectario lider suele ser un tipo  interesado, inteligente y agresivo a la vez: una persona que ha compensado sus incapacidades con maniobras agresivas, y que entiende que su interés personal es la finalidad de toda la actividad que va a despertar mediante su secta.

Lideres sectarios suelen ser individuos interesadísimos, que colocan a toda una secta a su servicio. Constituyen personas amorales, a las que los lugares, territorios, actividades humanas, les interesan para apropiárselos, para ganarlos. Siempre existe un triple círculo en una secta: el corazón de la misma es un egoísta, o una egoísta, que usa el poder desarrollado por la secta como un arma. Por debajo de su círculo, se encuentra el grupo de socios interesados y acólitos cuyo egoísmo es menor, su estupidez mayor, y cuya finalidad es la secta misma, en tanto mecanismo para compensar su insignificancia o infraestima. El tercer círculo lo constituyen los idiotas, es decir, aquellos que son convencidos, convertidos y comprados por la secta. Son los que no entienden lo que está ocurriendo, están lejor de percibir la totalidad de lo que se juega, pero su incapacidad mental encaja a las mil maravillas con las de los del segundo círculo (resentidos) y con los del primero (astutos, perversos).

 

Mañana continuaremos desarrollando esta interesante teoría.

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