UN PASEO POR LA ALHAMBRA



En España tenemos un patrimonio cultural que solamente cuando uno tiene suficientes años puede llegar a calibrar en su inmensidad. Paseando con la vida por medio mundo, llegas a darte cuenta de lo que tiene este país de inimitable y único. Y eso, ni más ni menos, es en España la riqueza patrimonial de arte y cultura, que es sin duda de las primeras del mundo, por la variedad, la autenticidad y la cantidad de obras, piezas o arte de todos los tiempos que han venido a caer en nuestras manos, y nunca mejor dicho, porque no somos un país que lo haya ni buscado ni cuidado nunca.

Y una de las cosas que te produce escalofríos, te ciega de luz, te enseña de por vida, es la Alhambra de Granada, sus jardines y sus palacios. Una auténtica maravilla de la humanidad, no llegó a ser catalogada como una de la siete maravillas y sinceramente algunas de esas siete son de menor enjundia o tamaño artístico. La Alhambra es un prodigio de belleza filosófica, un desparrame de delicada sutileza que se muestra en la sencillez, en la curiosa variedad, en el genio absoluto de la creación a todos los niveles, con todas las tierras y materias.

Los árabes que construyeron esta fortaleza del buen gusto sabían que no hay más paz que la del agua corriendo, que el silencio del viento entre los árboles frondosos, que el cielo desnudo visto desde un arco adornado con una miniatura en celosía. Aquellos sabios de la majestuosidad conocían el enorme valor del color en los ornamentos, de la luz en la piedra esplendente, y en las formas simples y sencillas, más volcadas a la escritura y a lo abstracto que al iconismo embriagador y engañoso. Otros palacios europeos tienen bellezas basadas en la ilusión de poder, en la ostentación material, el delirio de la mente o la fantasía de la fuerza. La Alhambra es, de los monumentos del mundo, el que da la lección magistral de lo que es la belleza pura, sencilla, universal y a la vez profundamente terrenal.


Y sigue siendo así, pasen los milenios que pasen. Los franceses napoleónicos quisieron volar
esta inmensa maravilla a sabiendas de que jamás grandeur alguna llegará siquiera a ser la sombra de esa soberanía sobre el mundo, de esa majestuosa capacidad para crear que quedó para siempre en los rincones de las salas nazaríes, en sus fuentes encastradas en los suelos de blanco mármol que son como surtidores de sueños en los sólidos salones, o en su profusión de delicadezas en yeso, en madera, en barro. No hay un dulce que el alma no pruebe en estos palacios. Pero la Alhambra hunde sus raíces en el ser de nuestra cultura tan profundamente que saca por esos rincones, en esas sombras y zahuanes, la memoria de la vida vivida posteriormente por la comunidad en la que existe, y así podemos sentir el murmurar de la esencia española en los colores de los azulejos verdes, en los ladrillos de terrazo grabado, en el gusto por la tierra y sus frutos, en el culto al cielo, al frescor de la tarde, a la música en los jardines...es toda la vida de generaciones de gente de este país la que recibe un homenaje en el genio de los artistas árabes que todos hemos recibido y que es un espejo embellecido de nuestra historia, de nuestras experiencias vividas, de la memoria inmemorial de las generaciones de españoles. El monumento abarca la vida entera de quien le visita, y llega, como dijo Platón, más atrás de nuestra memoria, relatando nuestra vida por entero, y la de nuestros ancestros, en un espléndido símbolo global, entrelazado a la manera árabe...

Los árabes de los siglos medievales fueron una cultura de tal refinamiento que absorbieron todas las sabidurías de las otras culturas doradas -los persas, los griegos, y los propios egipcios de donde provenían- para devolver a la civilización occidental, tamizadas y realzadas por su paladar exquisito, las mayores riquezas de la antigüedad. La Alhambra es una bandeja en la que se presenta esa genialidad increíble capaz de asumir sin destruir otras sabidurías de otros pueblos, imbricarlas en la suya, y en los paisajes y ambientes naturales donde les tocaba vivir. De esa capacidad  de adaptación y asimilación que luego perdieron nos hablan sus huertos, pero también sus suelos de piedras a la griega, sus traducciones de los sabios filósofos como de los santos primeros, su culto al espíritu de cada tierra -el agua, el sol, la arena, las palmeras-, su renuncia a considerar nada más grandioso que un simple azulejo o una columna, y sobre todo, lo que más respira uno en la Alhambra, su capacidad para cambiar, para alterar sus propios principios, y pasar de la abstracción a la figuración si es preciso, del aniconismo a la exultación animal y vegetal que ruge como un onírico enigma en el Patio de los Leones: los árabes de La Alhambra sabían romper sus reglas y cambiar cuando es preciso: conocían el secreto del arte, que va más allá de todo, y rompe su estilo, su proporción, su etiqueta, cuando lo pide la propia belleza misma...esa capacidad la perdieron también en algún momento de la modernidad. Poco a poco se hicieron más rígidos, más escolásticos, más abstractos, y perdieron la capacidad de tolerar en muchos momentos de la historia, así como deterioraron para siempre su sensibilidad como civilización...pero los europeos del centro y del norte jamás llegaron a nada parecido a aquello.File:Alhambra Generalife fountains.jpg

Por eso, cuando en nuestro trastocado mundo vemos que se consideran obras maestras muchas realizaciones humanas guiadas por la imaginación desbocada, el ansia de poder, el racionalismo enamorado de sí, la ansiedad filosófica o material, y se adoran maravillas que no hacen ningún favor a la humanidad, es difícil comprender, si uno no es cegado por la increíble forja mental de un patio nazarí, si uno no es iniciado en la belleza sabia de lo que es el verdadero poder, y la verdadera majestad, lo loco que va el ser humano y lo poco que sabe de la vida. Por eso La Alhambra es sobre todo, una maravilla que enseña a la humanidad lo que es ser de verdad  maravilloso.













 

Comentarios

Entradas populares de este blog

LA VIDA LITERARIA Y LOS PEDANTONES AL PAÑO

LENGUAJE ES SIMPLICIDAD (2)

el arte y el ego