de la serie Libertad

 

Siempre se astilla el cristal

que rodea a la libertad;

siempre hay añicos que hieren el alma

cuando busca una libertad de hambre,

un deseo trasnochado en libertad falsa,

unos pies que pisotean su propio paraíso

por alzarse más,

 

una sordera gruesa al amor de la vida

a la paz ganada, a la belleza, a la fecundidad,

y cambian toda esa libertad, por la miseria.

 

Hay que masticar despacio la libertad verdadera,

la que no se estrella contra la vida,

la libertad que llega en el vuelo del pájaro,

en el silencio del cielo,

y se endereza sola más allá

del ansioso mirar del tirano,

del miserable harapo del usurero,

del neurótico pensar del justiciero;

 

la libertad cae

como oro del sol

a tu cabeza.

Siente su coronación inmensa.

 

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