Lo que la gente cree

 

 

Aunque parezca mentira, se vive hoy en día la batalla de una creencia: que nuestra vida, nuestro destino, depende del futuro de las grandes finanzas, de los bancos, y de la liquidez de las grandes cuentas bancarias e inversiones. Esta creencia en que una economía la sostiene el mundo financiero es completamente falsa, porque como todos vemos a diario, nuestra vida no depende del banco central europeo, ni de bankia, sino de que haya fruta en la frutería, que se pinten las fachadas cuando empiezan a descascarillarse o que el colegio abra sus puertas con normalidad. Cada día, eso sí, más gente está convencida de que son los créditos y las finanzas los que hacen pintar, recoger la fruta o dar clase, de manera que empezamos a no ver el mundo que nos rodea y a reducir todo a términos del cochino dinero. Lo que vale un curso, lo que me han quitado de la nómina, lo que sube el metro, son todos ataques terribles, pero no por el dinero que nos quitan, sino porque nos hacen pensar en el dinero, y solamente en el dinero, y la tristeza invade todo cuando se tiñe del color del dinero que cuesta.

La sociedad humana es un inmenso taller de producción y creación. De la actividad en ese taller que crea desde niños hasta barras de pan, de libros a teléfonos móviles, es de lo que depende nuestro futuro. Y esa actividad constructiva y creativa es la que continúa no por el mandato de los bancos y los gobiernos que les sirven, sino por pura necesidad humana. Hoy me gustaría emprender la lucha para convencer a cuantos nos rodean de que lo que hacen sostiene al mundo, y no la prima de riesgo.

Esa especie de lapa, ese parásito que nos ha surgido a las espaldas a la sociedad contemporánea, que es la economía financiera, está matando al animal social chupándole la sangre productiva, a base de estrangularlo y de convencerle de que  él es el motor de todo. NO ES VERDAD. Cuando se destroce completamente el sistema, veremos que las personas siguen produciendo, cultivando, escribiendo, creando cosas, y quizás las truequen entre ellos, o las vendan, pero jamás podrá volverse a creer que es la moneda la que sostiene a la barra de pan.

Vivimos en un mundo inmensamente rico en materias primas, inmensamente ágil en innovaciones, donde constantemente hay pruebas de la inteligencia y el ingenio de la gente. El gran peligro que ahora se cierne sobre todo esto es que nos lleguemos a creer que sin los bancos esto no es posible, que sin la finanza supermillonaria esto no se producirá. Todos los días salimos a la calle y vemos a la gente afanándose, produciendo, trabajando, desde el que recoge un papel del suelo hasta el que lleva a su perro a pasear.  Si no volvemos a creer en nosotros mismos, abandonando la extraña enfermedad mental de la crisis, seguiremos perdiendo el chorro de oro que todas las mañanas recorre las calles.

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