MANUEL GARCÍA VIÑÓ: HOMENAJE A LA LITERATURA DE VERDAD

 

Manuel García Viñó, alma mater de la genial revista La fiera literaria  acaba de fallecer. Creo que es muy importante recordar  lo que significa de verdad la labor crítica que este  dinámico  e inconfundible autor ha llevado en los últimos decenios.

El año pasado le visitamos en su casa y pude conocer y descubrir a un hombre capaz de generar, por sí sólo, todo un órgano de creación literaria colectiva. En esa primera y única visita pude ver en acción lo que significa tener la capacidad de escribir que los estudiosos de la filología llaman “polifonía”. Este señor era capaz de escribir y generar muchos otros firmantes,  llamados también heterónimos. Cada uno  con su estilo, personalidad y gracia particular,  Manuel pudo levantar en Internet una Academia realmente fabulosa de críticos furibundos y agudísimos, unos reales y otros no, que han puesto, ¡por fin! el dedo en la llaga de nuestra literatura actual, en novela y en poesía, donde tanto relumbrón, alharaca y ceremonia se dan, y precisamente por ello, se ensalza una literatura monocorde, mal escrita, cursi, o soez.

Yo creo que debe señalarse muchísimo esa tarea ingeniosa de fabular figuras de críticos, de crear  a Clandestino Menéndez,  de acoger firmas de muchas dimensiones, ficticias o no,  literarias, y de darle el aire teatral, cervantino, jocoso y alegre a ese Centro de Documentación de la Novela Española, cuya altura creo que el mundo literario español actual no alcanza a adivinar todavía. Si no me equivoco, la gracia y la capacidad creativa de Manuel alcanzó la cumbre en la creación misma de  La fiera literaria.  Es un fenómeno muy raro, muy original, muy único en nuestra cultura actual, y hay que estudiarlo, y a fondo.

García Viñó ha sido, para la crítica literaria y cultural del fin del siglo XX y comienzo del XXI español,  nuestro Baudelaire particular: por su acierto en sus denuncias de falsos ídolos, por su buen instinto para indicar el desvío del curso de la creación hacia un panorama solamente realista y costumbrista ( si nadie lo señala es una cosa que los jóvenes lectores no notarían), por su  capacidad para reírse y con ello, desvelar, sin ser apocalíptico, el desmadre de intereses y ambiciones, de empresillas y egolatrías, que domina la literatura. Pero García Viñó no es un crítico destructivo, pues en su  revista, también  hay  una lista de las 100 mejores novelas escritas en el siglo XX español, y mediante sus descripciones y su crítica, era y es siempre posible ver lo que es escribir bien, y a qué distancia está eso de la impostura literaria que triunfa hoy en día.

De García Viñó se veía la calidad literaria en esta tarea. A muchos que llevamos decenios viendo a tantos autores menores subir, ser aclamados,  después meter el cuezo, destrozar las frases, descomponer el sentido,  y encima ignorar, maltratar y omitir a quienes pudieran hacerles sombra, leer  La fiera literaria  es como oír al niño describir al rey desnudo. Era y es un soplo de aire fresco en la literatura española actual. Y es literatura, por supuesto, en primera fila de creación.

La literatura crítica  de Viñó no vale simplemente por tratarse de críticas y comentarios rabiosamente audaces y a menudo hirientes y humillantes a los autores consagradísimos y completamente inflados en su fama y prestigio, sino sobre todo, porque esas críticas están maravillosamente escritas, la gracia que tienen es más que anecdótica, vienen de un auténtico talento literario, como el que tenía Baudelaire, o Dostoievsky, o Valle Inclán, que se expresaron mediante el ensayo, el diario y la crítica cultural, y usaron la caricatura y las formas esperpénticas, para ver mejor y reflejar mejor la realidad. A mí  García Viñó que me parece genial como crítico y ensayista.  Pero su sátira podía ser perfectamente creativa en cualquier género. Recientemente nos envió una comedia teatral maravillosa, que él “atribuía” a una obra perdida del maestro Valle. Leerla es una fiesta, y tengo que decir que en nada desmerece al dramaturgo gallego. García Viñó tenía esa rara capacidad que solo los grandes tienen, esa polifonía, la energía  para hacer surgir un mundo coral de su propia voz, que cobró la forma de La fiera literaria  y que se merece una atención cuidadosa por parte de los filólogos y estudiosos de la creación literaria –la que realmente hay- en la sociedad española actual.

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