La GRAN BELLEZA, UNA PELÍCULA VACÍA

 

Hace unos días tuve ocasión de ver la película “la Gran Belleza”, dirigida por el italiano Paolo Sorrentino en este año 2013. Si comparo “la mejor Oferta” y esta película, desde luego que la dirigida por Giuseppe Tornatore sale ganando en un mil por cien, porque “La gran Belleza” es en realidad una enorme impostura, vacua y sin contenido. Si fuera simplemente así no merecería la pena comentarla, pero sin embargo  creo que podemos aprender mucho del cine europeo, en lo que tiene de falso, pretencioso y vano, mediante esta peli.

En realidad, “La Gran Belleza” es italiana por los cuatro costados, también en esa exaltación vacía de una estética grandiosa y poderosa. Roma y la cultura romana son desde sus orígenes una impostación imperial que robó a los griegos sus formas para vaciarlas en un mundo solamente estético, que a los griegos hubiera repugnado, y que en cambio ganó ambición, codicia e inhumanidad. Siempre se unen dos culturas muy diferentes, como son la romana y la griega, y en esa unión llevamos una gran penitencia cultural en Europa: confundir la apariencia exterior de cultura con la cultura real, es decir, ser unos impostores culturales, ése es el gran lastre de Europa, que no consigue abandonar la barbarie porque no es realmente una cultura.

 

Y “la Gran Belleza” nos muestra un ejemplo más de este milenario fraude que es la pretendida cultura romana, en realidad, una simple escayola ficticia que por su grandilocuencia y su majestuosidad quiere tener sentido, cuando no lo tiene. Así es Roma y la cultura romana, para la que no existe la riqueza bizantina de las formas de Ravenna, ni siquiera el espíritu sensible de la cultura medieval que surgió en Florencia o en Pádua. Un imperio fascista nunca puede generar belleza auténtica, simplemente florones y copones y plazas inmensas, circos gigantes donde ajusticiar la vida, y eso nada tiene de grandioso en verdad. “La Gran Belleza” es una peli que se pasea por las falsas escayolas de una estética vacía, pretendiendo que al menos su vacuidad transmite algo, pero eso también es mentira. Y la vacuidad y el spleen europeo tampoco sirve como base cultural ni como reflexión. Aunque el director Sorrentino se las dé de filosófico, su guión es bazofia. Aunque el actor quiera aparentar ser una efigie de una película de Visconti, la idiotez nunca puede tener valor, ni siquiera como pose impasible. Desde hace siglos y siglos Roma es un camposanto del que sólo sale polvo y ceniza, viento vacío que ya lo era con Fellini, otro farsante soez como Sorrentino, y que todavía se quiere premiar como si eso fuera la estética: lo vacío.

Pues no es así. la belleza grande es sentido y significado. Las formas más perfectas son sencillas, no ampulosas. En el gusto verdadero hay siglos de conocimiento y de refinadas costumbres que aquí ni se sospechan, demasiado preocupado como está Sorrentino por hacer imágenes grandes, muy morbosas, muy ampulosas, muy tontas muy tontas. La cultura es un medio de conocimiento, y la belleza es su manifestación y exaltación, por más que los romanos quieran aparentar otra cosa. Y la cultura europea, si es que existió alguna vez, jamás pudo estar manchada con el ansia de poder o con el deseo de riquezas, con el imperio salvaje o con el dominio económico. Y todos los simulacros que aquí se han dado, bajo el nombre de cultura, no siéndolo, han hecho muchísimo daño a la evolución de Europa, porque han dividido lo que es la sabiduría de la estética, y por ello, el desarrollo y las apariencias, optando finalmente por esta segunda posibilidad como espejo del continente.

 

En resumen: una película idiota, pero hipnótica en su ampulosidad. Basta, soez e incluso feísta y deforme, de estética más bien cutre, pero pretenciosa y snob. La estética cinematográfica de Sorrentino conecta directamente con el gusto imperial romano, con el neoclaisicismo más falso, con la romanidad católica menos cristiana que pueda haber en Roma. Desde esta película, veinte siglos de barbarie nos contemplan, a golpe de caladas profundas de su fumador protagonista.

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