Espléndido noviembre

Hay meses que son como regalos secretos del año, por su belleza, por su energía, por la fuerza que aportan, y noviembre es uno de ellos. Se trata del mes de la muerte, del comienzo del frío, del ambiente en el que las cuchillas del invierno empiezan a destrozar los árboles y la hierba. Sin embargo, Noviembre es un mes encendido, dorado, fulgurante, pero con un fulgor secreto y silencioso.

Noviembre es el mes del detenimiento y el recogerse, pero también es el mes de las promesas, y su dulce decadencia siempre termina en fiesta, en tesoro. En este mes el tiempo se ve invadido por la noche. La tierra se desnuda y al mismo tiempo se encorcha, como un animal erizado, pero una miel de dulce vejez envuelve todo con su sabiduría, con su ritmo pausado, con su luz más bella cuanto más débil y sutil. Es también el mes romántico en el que el aire enloquece, las sombras cobran vida, el corazón se exalta en su vocación de espíritu purificado.

Me gusta noviembre porque es el mes de la resistencia, de la victoria contra pronóstico, de la pervivencia milagrosa de la plenitud más allá de sí misma. En el fondo, es el espejo más fiel del propio cauce de la vida. Otoño, sin lugar a dudas, es la estación más perfecta de todo el año.

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