la estupidez, el ego y el arte

En la red todo tiene un reflejo muy claro. Y en ella se encuentran desde las creaciones más asombrosas, hasta las más estúpidas copias de cualquier intención pseudocreativa, diríamos cualquier impulso nervioso de un Ego desatado.

Este medio se presta, yo creo que desgraciadamente, a que cualquiera que se sienta especial pueda verter sus patochadas y proclamar su autoría como si fuera realmente alguien fuera de lo común. Sobrenadan los sitios web las naderías de cientos de videobloggers que en un impulso adolescente pensaron que debían mostrar su yo –ya esto es contrario a toda expresión artística digna- y sin ningún reparo se lanzaron a embadurnar la web de música barata, de literatura deleznable, de diseños web espantosamente horteras. Y ahí s5gue todo esto flotando en el mar de la estupidez. Una se asoma de vez en cuando para comprobar hasta dónde puede llegar la simbiosis entre estupidez y vanidad, que se ocultan mutuamente.

Por eso abandero hoy en día una ética artística bien clara. Un artista no es un ego. No es un autor, no es una autoridad. Un artista cuida muchísimo la expresión formal antes de hacerla pública. Un artista, sea musical, sea poético, sea plástico, sabe que en lo que se ha metido es en una ascésis, y no al revés, en un jolgorio de gilipolleces con personalidad y carisma. Acaba uno harto de gente con carisma, graciositos, ingeniositos, brutales, en la red, que lo único que hacen es mirarse el ombligo.

 

Ascésis y estética son dos palabras que se parecen.

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