LA PUERTA INTERIOR

 

Eckart Tolle habla de la existencia de un espacio interior que debe ser percibido por nuestra consciencia para que las personas sean felices y libres. Muy parecidas imágenes –la morada o castillo interior- utilizó Teresa de Ávila para referirse a un proceso muy complejo, quizás el más complejo de la comunicación intrapersonal.

Tolle afirma que no podemos objetivar ese espacio, centrarlo en un tiempo o en una causa, ni siquiera pensarlo. Como espacio, se trata más de una distancia, de un vacío, que de un contacto o un objeto o contenido. Podríamos avanzar la idea de una puerta interior, es decir, una apertura que cuando se percibe, se abre, y cuando no somos conscientes de ese espacio, ni siquiera notamos su presencia.

La imagen de una puerta es muy útil porque nada sabemos de ese fenómeno, salvo lo que de él emana, el soplo de un aire, de una brisa interior, muy agradable de sentir, y la impresión que podemos tener al vislumbrar más allá de la puerta interior: una inmensa libertad, una extensión nueva y amplia en la que las sonrisas son más profundas, las palabras más sinceras, la vida cotidiana más grata y placentera, el trabajo y la ocupación más fecundos, el cansancio más preciado y más valioso en u sentido.

Todos ellos son efectos de la apertura de la puerta interior.  Los efectos de libertad, fuerza espiritual, energía,valor, sentimiento, que se derivan de allí se notan solamente cuando se abre esa barrera, y es entonces cuando somos conscientes de que albergamos mucho más en nuestro castillo, que somos más de lo que hasta ese momento sentíamos. Y el aire fresco que emana la puerta abierta nos impulsa y envuelve a terminar, empezar cosas, a crear, a plantar, a dar más valor, a desarrollar, todo aquello que tiene vida y que nos complace.

No podemos saber qué sale o por qué se abre. No podemos saber cuánto tiempo precisa para hacer que sus goznes se giren de par en par. No podemos unirla a una causa concreta. Pero podemos percibir su horizonte cuando se abre, y podemos arremangarnos y aceptar sus urgentes mandatos, sus encomiendas, sus comprometedoras tareas, todas inspiradas por el ancho abrirse de su espacio interior. Podemos disfrutar del primero al último instante de su tranquila atmósfera, pisar la tierra de otra manera, como habitantes de un lugar inmensamente afortunado. Podemos cumplir con nuestra labor en la Tierra con el sentimiento de plenitud que debe acompañarnos en el alma. De modo que cuando la puerta interior se abre, aunque nada más notemos que está abierta, todo el universo se alegrará.

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