confía y hallarás el éxito

 

Esta bonita frase me la regaló un profesor de Kundalini Yoga a comienzos de este año. Más allá de la simple llamada a la tranquilidad, creo que estas palabras contienen mucha sabiduría: tienen que ver con la paz que la conciencia tiene que preservar para poder caminar por la vida con auténtica sabiduría.

Muchas veces estamos invadidos por el miedo, la ansiedad, la insatisfacción. Muchos estamos al borde del colapso nervioso por cuestiones de dinero, profesionales, personales. La neurastenia es general, y ambiental: ni nos damos cuenta de que vivimos en la desconfianza total ante el mundo que nos rodea. Y esa desconfianza genera reacciones muy agresivas hacia el entorno, así como intervenciones muy equivocadas para intentar presionar, torcer el curso de los sucesos, para cambiar la inercia de las cosas, para emprender acciones descabelladas. Puedes sorprenderte a ti mismo desconfiando de los aspectos más insignificantes de la existencia, y elucubrando consecuencias tenebrosas de cosas que aún están por verse. Confiar no es ser insensato, ni imprudente: es sencillamente dejar que la realidad se configure por ella misma, ofreciéndote de su seno las riquezas nuevas que no podías sospechar con el pensamiento limitado del cálculo o la prospección.

Cuando confiamos para encontrar el éxito no nos dejamos llevar por los impulsos inmediatos de la seguridad negativa, que nos hace envidiar a los demás o competir con ellos, o al contrario, buscar en la derrota y la frustración una paz oscura. Sencillamente, dejamos que de nuestro celo, de nuestro trabajo diario, de nuestra vocación y de nuestro corazón sin velos, surja el trabajo que merece la felicidad justa. Es confiar en las propias capacidades y al mismo tiempo, en la armonía con las capacidades ajenas. Dejando enfriar los ímpetus demasiado negativos, empezamos a ver a través de la ceguera que nos causan, y finalmente comprobamos que todo es mucho más simple, todo mucho más obvio, todo claro y meridiano, como para saber esquivar o acertar en cada situación dada.

De manera que el corazón encuentra una dulzura nueva: la de quien confía con fe en su propio futuro, y así, deja que pasen las oportunidades dolorosamente urgentes, o las negras tesituras que exigen sacrificios enormes, o las confusiones humanas que terminan en tragedia: confiando deja uno trechos de tiempo en blanco, inmóviles plazos sin límite, que al final resultan ser gérmenes de riquezas y de agradabilísimas sorpresas.

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