EL ARTE HERMANO

 

ESte post debe leerse mientras se escucha la Pavana para una infanta difunta de Ravel, cuyo enlace está justo al final de la misma.

Cuando recibimos una obra de arte, se desencadena un proceso de hermandad. Sentimos la creación del artista como propia, sus impulsos como nuestros, y su sangre creadora despierta la nuestra, la llama a revivir, la eriza para que cante a coro con el creador que en ese momento ha puesto en forma material ese impulso fraternal.

Eso es el arte: el impulso hermanador de la humanidad: lo que compartimos profundamente, más allá del lenguaje y del pensamiento, que nos lleva a respirar al unísono y a guardar el mismo tipo de respeto al mundo y a la creación que no es humana. El artes es el proceso educador más profundo que existe, amansa los impulsos automáticos y moldea las imágenes instintivas, reabriendo todas las cadenas de reacciones a una nueva luz, mucho más profunda y común, la de la experiencia del presente y de la vida en el instante mismo de crear.

Ni de lejos la teoría de comunicación se atreve aún a estudiar el profundo fenómeno de la comunicación artística. En ella, se transmite íntegramente la experiencia, y con ella, desaparece toda ansiedad y todo anhelo.  El arte sienta las bases de una humanidad unánime y en concordia, porque desvela la identidad total del alma humana y abre los corazones a impulsos que les son desconocidos. Pertenecer a una misma familia, para los seres humanos, es algo que solamente consigue demostrar la filiación del arte en  cada hombre.

 

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