la era de la información

 

 

Cuando se viaja y se pierde un poco el contacto con el vibrante mundo de la red, apreciamos hasta qué punto este medio revolucionario está cambiando nuestra forma de vivir y sobre todo, de rodearnos de información. Si visitas un sitio del que empiezas a preguntarte cosas, sus orígenes, su historia, las anécdotas o por qué los nombres son los que son o la fisionomía es como es, te das cuenta de lo fácil, de lo cotidiano que se ha vuelto acceder a la información determinante de ese lugar gracias a los millones de páginas de la red, y cómo se nos ha metido en el tejido conjuntivo su trama de contactos rápida y eficaz para entender, ampliar, comprender las cosas.

 

Estamos dentro de una era tan diferente a todas las anteriores que no nos damos cuenta de ello. Los televisores de los hoteles empiezan a ser fósiles apagados que solamente se encienden en una final o para ver una serie determinada, o una película.  Accedemos –o deberíamos acceder- a Internet para consultar de todo, desde el nombre de una isla hasta la historia de un noble local, del origen de una lengua a la calidad de un aparato. Esta capacidad de informarnos la estamos desarrollando y haciendo crecer de tal manera, que acelera nuestro conocimiento de la realidad y nuestra necesidad de acción. Cuando no disponemos ni de posibilidad de acción ni de acceso al conocimiento, nos sentimos indignados y buscamos el medio de conseguir ambas cosas a la vez. Esto no ha ocurrido nunca en la historia, con la profundidad y anchura en que ahora ocurre.

 

La información empieza a ser el ambiente en el que vivimos, la atmósfera en la que respiramos con normalidad, y que si falta, nos ahogamos rápidamente. Nos vamos habituando  a la gratuidad y constancia de los datos, consejos, ayudas, guías, que por todas partes pueden conseguirse, y con ello, vamos forzando a que la información salga más, esté cada vez más presente. Es un vigía importante de lo real, aunque aún falta que esa información incite a cambiar el mundo. Creo que llegará el momento en que, acostumbrados a movernos en ambientes y atmósferas ricos en información, no sea posible revertirnos a etapas sociales y políticas en las que no se daba esa mezcla respirable. Las figuras de los políticos y líderes corruptos, las imágenes de los nuevos creadores y las iniciativas ciudadanas de cambio, son efectos de ese nuevo ambiente. Cuando se consigue que la gente se acostumbre  a demandar conocimiento y a no poder vivir sin él, es ya muy difícil dar marcha atrás en el tiempo.

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