STAR WARS EPISODIO VII, ESTADO DE GRACIA
Os recomiendo encarecidamente, si de niños en los años 80
vísteis Star Wars, y vivísteis las impresiones de aquellas primeras
películas de la saga, EL EPISODIO VII, la nueva película de esta mítica
historia, donde la genialidad ha venido a visitar el mundo imaginario creado por
George Lucas, y a superar en guión, dirección y elenco al propio creador de la
aventura galáctica, que como todos sabemos, degeneró muchísimo en las sucesivas
entregas. Esta es de las pocas ocasiones cinematográficas donde una segunda
parte –de hecho, una séptima- es inconfundiblemente mejor que la original, y una
desearía borrar todas las entregas fallidas para dejar simplemente los Episodios
IV, V y VI, junto con este maravilloso colofón.
Los androides de Star Wars VII son una maravilla, por su
creatividad (BB 8 es el androide más divertido y fluyente desde hace décadas) y
por su respeto a la idea original de C3Po y R2D2, de Lucas, de convertirlos en
los graciosos cómicos de la trama. Chewaka sigue siendo el mismo, igual que Han
Solo. Abrams ha conseguido anular el tiempo con su creación. Estamos ante un
gran maestro del cine.
Es fabuloso ver en pie el edificio intacto de la creación de
Star Wars por el cuidado atento de un director que ha acertado en el reparto,
con increíbles actores desconocidos –la protagonista Rey es magnética,
guapísima, heróica y profunda- y midiendo el impacto de las apariciones de las
leyendas interpretativas de la película: Harrison Ford está increíble, dinámico,
divertido, energético. Su papel está excelentemente escrito y encaja con mesura
casi griega en los requerimientos del paso del tiempo.
Lo mismo ocurre con la princesa Leia, a la que se aprovecha
bien en su delicada belleza de madurez total. Y no digamos de esa brevísima y
genial pincelada con Mark Hamill, demostrando que no hace falta más de un
segundo para generar en cine toda una trama narrativa. Hay que decir que Abrams
es un completo maestro de la dosis y de la armonía del conjunto. Ha dominado el
peso tremendo de la memoria cinematográfica. Cómo trata los distintos escenarios
de la película, como auténticos imaginarios mitológicos, cómo detalla la
estética en cada parte de la narración, en armonía con la acción, y el ritmo de
la batalla, es fabuloso.
Normalmente cuando vemos los homenajes que los fans o
directores acólitos rinden a grandes mitos del cine o el cómic, apreciamos una
afectación, obsesión, neurosis o sentimentalismo que deforman pavorosamente el
original sometiéndolo a las exageraciones o a las actualizaciones amorfas de los
mismos. La estupidez que el paso del tiempo suele imponer a las revisiones de
grandes éxitos, no se dá aquí. Este es otro milagro. El autor ha medido su
admiracióin para no ofender la memoria de la película, para conseguir un
producto bellísimo, trepidante, atrayente, que es sobre todo lo más importante,
porque estamos ante una batalla galáctica. El resultado tiene sobre todo ritmo,
vitalidad. Es humilde y no grandilocuente. No degenera en formas barrocas como
las anteriores precuelas, ni desbarra en estéticas exageradas e idiotas. Es
sobre todo gran cine, que se bebe al verlo. Interpretación, diseño, homenaje,
cultura en estado puro.
Todo un bombazo cinematográfico en plena era de fallidos éxitos
de los que todo el mundo habla injustamente y de remakes vomitivos que no saben
ni copiar un original.
La película muestra que homenajear a un mito cinematográfico no
es imitarlo pasivamente, sino ponerse a su altura en creación y continuidad de
arquetipos. Así, en esta película se hace más poderosa la Fuerza, y alcanza una
perfección en su idea que ni Lucas vislumbró –mostrando cómo supera los límites
y los desequilibrios entre seres. Está redondeada la idea de la Fuerza y está
perfeccionada la estética que la acompaña, las imágenes de los planetas, la
navegación y sobre todo esas imágenes de las naves abandonadas en el desierto
donde adquieren ese aspecto tan fabuloso que se vislumbraba en las primeras
películas de Star Wars. Qué decir del vestuario maravilloso, de los no humanos,
mesurados y creíbles, de los combates con la siempre alucinante espada láser o
de los nuevos protagonistas multirraciales que le dan un aire de completa
vanguardia a la siempre novedosa idea de la saga.
Como dicen los críticos, esta renovación de Star Wars es para
quitarse el sombrero. Épica, estética, nostalgia y creatividad en una sola e
increíble entrega. Una obra maestra a todas luces. No os la perdáis.
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