¿SIRVE DE ALGO LA CONDENA INTERNACIONAL DEL GENOCIDIO?

El profesor Gassan Abu Sitta, cirujano palestino y rector de la universidad de Glasgow, ha sido rechazado en la frontera alemana hace unos días, después de un interrogatorio en aduanas de varias horas. A este académico las autoridades alemanas no solamente le han prohibido entrar en Alemania, sino igualmente, le han amenazado con un la expulsión permanente, con causa pendiente en el país si hace cualquier manifestación sobre lo ocurrido. Pero este investigador declaraba, y es lo más crucial del caso, que denunciar la situación y analizar lo que está ocurriendo en Gaza y Palestina es el modo de practicar nuestra condición humana. Solamente si no somos silenciados ante un genocidio podemos conservar, afirmaba este investigador, nuestra humanidad, y no en ningún otro caso.

Este doctor incide, decimos, en un asunto crucial: cuanto está ocurriendo en Oriente Medio es a menudo omitido o deformado en ciertos medios, instancias internacionales y gobiernos occidentales, en un intento por silenciar y cambiar el claro signo de lo que ocurre, que ha sido llamado por Francesca Albanese un "crimen de crímenes" único en la historia humana reciente, y del que nadie duda, con la muerte de 14.000 niños, que rebasa todos los límites de la crueldad y destrucción anteriores. 

Es sorprendente que la política internacional, y nacional, de países y comunidades, quiera sostener el engaño o el borrado de un genocidio de este tamaño. Como si se quisiera desviar el relato de los hechos más allá de lo que verdaderamente acontece, muchos dirigentes, grupos de opinión o naciones omiten o deforman la equidad en la condena de estos hechos. Ponen en duda las cifras, niegan las imágenes, justifican la masacre,  relativizan lo atroz, llegando a pedir que se acepte como noble un acto de cruel venganza.

Pero como afirmaba el doctor Abu Sitta, no es la Humanidad de las víctimas lo que está en juego, sino la nuestra propia, y la de los países o gobiernos que pretenden tapar esta ignominia. Porque en realidad los que permanecen en la oscuridad y frenan su evolución como sociedad son los que creen poder sostener un genocidio en la oscuridad, negando el acceso de todos a su reconocimiento. Y tiene interés esta cuestión.

Cuanto ocurre en las sociedades humanas se define en el mismo momento en el que sucede. Nada ocurre en vano. No hay más que adoptar la perspectiva desde el futuro, para comprobar lo poco que se consigue cuando se quiere redefinir con mentiras o paños calientes una injusticia o un crimen. Siempre se ha dicho, con popular sabiduría, que la mentira tiene las patas muy cortas. En términos de desarrollo humanitario y de verdadero avance social, el tiempo desvela con claridad los engaños en los que, quizás durante décadas, un dictador o un país genocida pretende perdurar. Pero no es posible sepultar la injusticia mucho tiempo, y la sociedad indefectiblemente apoya, por su propia necesidad de supervivencia moral, el reconocimiento de los crímenes y su condena. Las instituciones y la memoria histórica necesariamente terminan secundando lo que la opinión sensible mayoritaria clama.

Y sin embargo podemos vivir un ambiente mundial instalado en la farsa y en la atmósfera enrarecida cuando a la ocultación de los crímenes de un país se unen los intereses de los comerciantes de armas o los acuerdos económicos negociados de beneficio mutuo. Más allá de la ética y de la moral, de la legalidad internacional y de los derechos humanos universales, los países más poderosos del planeta se instalan en la mentira, en la ocultación de la injusticia y en el cinismo como si nadie estuviera presenciando esa reversión moral internacional.

Por supuesto que es posible borrar una civilización del mapa, pero es mucho más difícil, es imposible, borrar ese crimen de nuestra propia conciencia, y esa conciencia es la que mueve el mundo real, no las ilusiones de poder, las figuraciones o los intereses ocultos. 

Como las manos de Macbeth, siempre manchadas de sangre por un crimen cometido, siempre trayendo la muerte a la escena teatral, este comportamiento siempre permanecerá vergonzoso y terrible ante nuestros ojos. Una vez cometidos los crímenes y una vez encubiertos por sus cómplices, la conciencia humana, y más aún su comunicación digital, no puede ignorarlos. Son huellas imborrables que manchan para siempre la legalidad internacional. los organismos supranacionales, la Constitución de la Tierra que debe regirnos a todos. Las palabras de denuncia y la solidaridad parecen inútiles, pero no lo son, pues cada condena cuenta, igual que cuenta cada vida humana.

Una vida humana es un tiempo suficientemente largo para comprobar que quien construye sobre la muerte y la injusticia, en este caso Israel, cercena su futuro. No estamos diciendo que recibirá ojo por ojo: decimos que él mismo, al establecer este irreal estado de humanidad en su seno social, se ha sacado edípicamente los ojos: ha destruido toda la matriz de su futuro.

Cuando los países, dirigentes y gobiernos adoptan posiciones hipócritas e injustas se instalan en la regresión: pierden el paso a la realidad y no viven en el tiempo social, que todo lo ve y todo lo juzga.  Un país o conjunto de países que no reconoce un crimen cometido es simplemente un fantasma de lo humano. Aún cuando crean acumular poder, definir la Historia o mantener influencia, se están ubicando en el lugar más ínfimo de la historia humana, alejándose de la tendencia pacífica, igualitaria y justa que escribe la Historia de la humanidad.

Establecer creencias que nadie apoya es el modo más seguro de anularse como actor creíble en el mundo actual. Es absolutamente falso que se pueda construir la paz mediante la guerra. El único modo de llegar a la paz es mediante la paz y el Alto el fuego, igual que el único modo de tener un futuro es creyendo que lo merecemos.  No puede esconderse un genocidio en directo de estas dimensiones sin renunciar con ello a la integridad humana. La hipocresía internacional puede perdurar un tiempo, pero en realidad ella misma se cierra el paso adelante. La proclamación de la justicia es el único modo de generar riqueza humana. 

La condena internacional, el reconocimiento de la injusticia, parecen papel mojado, y sin embargo son acciones poderosas. Aunque sean palabras, actúan manifestando nuestra conciencia: una vez emitida, la condena unánime sienta la base de la esperanza humana: no lo que somos, sino lo que queremos ser. Nada borra del tiempo humano la renuncia a la humanidad. Nuestros políticos no parecen ser conscientes de que lo que se juegan es su propio nombre en ese tiempo.

No cabe a nadie duda de que Israel será juzgado por crímenes contra la Humanidad.  Cuanto más queramos enterrar bajo la tierra de Gaza los cuerpos deshechos de  niños y ancianos, más enterraremos con ellos nuestro futuro internacional. Somos nosotros, países testigos de cuanto ocurre, los que somos juzgados con cada vida humana a la que negamos la justicia.


Comentarios

Entradas populares de este blog

LA VIDA LITERARIA Y LOS PEDANTONES AL PAÑO

el arte y el ego

EL MAL VIENTO DE LA ENERGÍA EÓLICA