herramienta y hombre

 

En distintas disciplinas, de la mediología a la filosofía, pasando por la antropología o hasta en la ciencia cognitiva, se investiga intensamente la relación entre el hombre y las tecnologías, o si se quiere, más sencillamente, entre hombre y herramienta.

Tras mucho pensar algunos autores con gran intuición se dieron cuenta de que la civilización humana no es otra cosa que un sistema de herramientas mediante las cuales la mente humana se extiende, se ensambla con tecnologías, herramientas e instrumentos, sean materiales, sean inmateriales, y gracias a ello, puede traspasar sus limitaciones y crecer.

Todo esto es posible porque le mente humana es capaz de hacer dos cosas inversas: una, extender sus sentidos a herramientas mediante las cuales sus capacidades crecen exponencialmente, y otra, convertir cualquier contenido mental en una herramienta automática que, gracias al hábito, puede de algún modo salir del individuo y externalizarse en algún soporte o herramienta común.

Estas dos capacidades, la de convertir ideas en herramientas, y herramientas en ideas ensambladas a la mente, son las causantes del desarrollo evolutivo humano, en grandes términos.  En realidad, una capacidad es la tecnología, y la otra es la cultura. La cultura es, digamos, la capacidad de crear cajas de herramientas inmateriales que las personas pueden usar  para extender su capacidad hasta el infinito: son tecnologías simbólicas con capacidad para ser ensambladas al individuo y formar con él un único ser, un fenómeno único, de fondo universal.

Gracias a la capacidad de asumir una herramienta, y de convertir en herramienta cualquier contenido, el hombre puede superar las barreras de su experiencia inmediata, y crecer sin límite. Todos notamos que podemos absorber del entorno cualquier medio u objeto y asumirlo como algo propio, gracias a lo cual nos expandimos, crecemos.

Los artistas saben que el contacto con cualquier elemento de la materia, con una herramienta artesana, con el azar del entorno que rodea al autor, es la clave para superar la limitación individual y generar una creación. La herramienta es la clave del artista. Ser artista es ser un artesano: usar una herramienta, ponerse en contacto con un medio material del cual obtener la creación, generar la voz de aquel medio, de aquella naturaleza, de aquel mundo con el que se ensambla el hombre.

La indignante separación de la idea artesanal de creación y la idea artística/estética ha hecho que durante mucho tiempo hayamos asumido que la mente humana es la creadora, y no su herramienta o la materia con la que se trabaja. Aún no nos hemos dado cuenta de que lo que hace al hombre crear cosas es la comunicación que establece con el mundo que le rodea, con los otros animales, con el mundo vegetal o el inorgánico. Esto explica que el ego del artista sea siempre un estorbo, y que solamente seamos capaces de innovar cuando nos convertimos en copiones, en imitadores, del elemento material al que extraemos las formas.

 

Solamente cuando asumimos lo extraño a nosotros adquirimos voz para expresarnos. El ser humano necesita la herramienta, porque es el símbolo de su capacidad de crecer, de extenderse, de superar sus limitaciones como cuerpo individual, en un tiempo, en un espacio. La herramienta que se ensambla al brazo, como el cincel a la mano, como el libro al cerebro, como el humilde hazadón al torso, es la que hace entrar en el hombre la energía para ser algo, para llegar a la acción, para germinar.

Se extraen muchas lecciones de esta teoría humilde de las tecnologías. Pues, si la cultura no es sino una tecnología de lo inmaterial, igualmente es eficaz solamente en tanto es algo ajeno que incorporamos, no porque la traigamos innata. ES verdad que cuando asumimos una herramienta como el lenguaje, se produce tal fenómeno evolutivo en nuestra mente que somos capaces de crear con él como si fuera un principio universal arraigado en nosotros, y a la vez, profundamente único en cada ser humano, para expresar a un sólo individuo. Este milagro solamente es posible por la santidad de la herramienta, aunque sea simbólica como es la lengua. Ella es también algo que empuñamos y por lo que nos dejamos llevar, en lo profundo.

Muy poco hemos avanzado en este camino, pero es sin duda un camino muy profundo, puede que el más profundo. No en vano muchos iniciados simbolizaban el conocimiento sobrehumano con herramientas de oficio, y para las culturas tradicionales, las palabras más sagradas provenían de los oficios más humildes. El ser humano piensa porque hace cosas con las manos. La unión con la materia es la que pone la base para crear. Nada es personal, nada es autorial: la creación es el proceso que nace de las manos más que de la mente, y en el que, reverberando, la persona se alinea con los ejes de lo que le supera, convirtiéndose él mismo, completamente, en un simple mediador, una herramienta.

Nuestras sociedades y culturas intuyen todo el dinamismo, toda la vivacidad y la energía que la tecnología trae a la mente humana. Con ellas es posible mutar y coevolucionar.  Dejando atrás el simple pensamiento, la consciencia racional, la vigilia del ego, es posible conectar con otros medios, otros seres, e incluso, escuchar el mensaje que lleva dentro la madera, o la piedra. Una parte de nuestra mente es capaz de asumir como propio aquel medio ajeno. Esa parte es la que, mediante esa operación, y no por ninguna otra, se eleva hacia lo divino.

 

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