LA INVISIBLE DIFERENCIA

Entre quien parece y quien es, hay como sabemos un abismo. Están el mundo, la historia, la fama, colmados de  figuras de pura estofa que nunca han sido lo que aparentan, y está el olvido y el silencio poblado por seres que han pasado desapercibidos, y que sin embargo, han marcado la vida, han creado belleza y han dejado una huella única.  La vida parece estructurada de manera que el ruido y el tiempo lo marcan los que aparentan ser, y más allá, mientras tanto, están los que de verdad son, la realidad que nos llaga y que nos marca y que lleva un paso sutil y silencioso.
Por encima de todo eso, como en un inmenso teatro artificial y huero, está el trasiego de los premios y los méritos comprados y no conseguidos, y el inmenso, gigantesco afán humano por escribir en el tiempo figuras o nombres, cuando en realidad es imposible, como decía Cristo, cambiar ni un pelo de nuestra cabeza mediante una acción instrumental. 
Existe una diferencia, injustamente invisible, entre quienes merecen de verdad y quienes reciben aprecio y apoyo, como cuando a un rey le regalan cosas, o cuando entre gente afamada se ayudan a seguir siéndolo, o cuando alguien es capaz de destruir y hacer el mal solo para conservar un título o un tratamiento, cuyo poder, le parece a él ser igual que el verdadero respeto y admiración humanos. Gran parte de los afanes del mundo son sencillamente sucedáneos del ser, mediante el manejo del parecer.
Hay historias curiosas que nos cuentan  de la manera misteriosa en la que emerge a menudo alguien o algo que realmente son, en medio del clamoroso silencio del olvido. A menudo, esas historias son relatos contra el sujeto que relata: como aquella de un rey que no quiso vender su patria por un poco de terreno que le ofrecían sus poderosísimos enemigos al acecho, y que, razonando, decía que él no necesitaba, de tierra, más allá de metro y medio, para ser sepultado. El caso es que los invasores acabaron con su reino y con su figura, y no quedó ni un compatriota para relatar su noble resistencia, que, sin embargo, fue narrada por esos enemigos, que quedaron marcados por el modo como este rey actuó. 
Casi todos los relatos antiguos son narrados por terceras personas, y muchos de los más legendarios, son relatos de terceros. Instituir una identidad, en el mundo antiguo, y forzosamente en el moderno, es un proceso misterioso y circular, en el que en realidad, llegamos a ser a duras penas, cuando nos mantenemos coherentes y firmes en nuestra pasión. En el mundo antiguo, la forma de las cosas la generaba la idea, según una muy recta comprensión de cómo funciona el proceso de la representación duradera. Quiero decir que según la teoría platónica, y la medieval tomista, la causa de que algo emergiera en el parecer era un profundo ser. Pero se trataba siempre de un proceso misterioso: lo que hacía que las cosas permanecieran, afloraran o en definitiva, fueran, era su coherencia, su verdad interior, su autenticidad. Y el modo como salían a la luz era siempre misterioso, como cuando de la tierra emergen, misteriosamente, las plantas.
Y es verdad que la sutil diferencia que separa el valor real del puramente fabricado en maniobras, conseguido mediante una construcción ficticia, hace que al final todo se tuerza en favor de lo primero.  Decía Maquiavelo, que de un rey de la antigüedad, no tenía nada de rey, salvo la corona, y que en cambio otro personaje de la época tenía todo de rey, salvo la tiara. Así son las cosas. la diferencia es radical, entre el querer ser y el ser, entre la apariencia y lo real. Y aunque esa diferencia es invisible en el mundo de lo aparente, la sentimos profunda, cada día de nuestra existencia.  La sentimos como parte del enigma inmenso de la propia verdad, de la propia naturaleza de la belleza.
Al final ese misterio mismo que hace imposible consagrar y celebrar lo que nos exige una dedicación sin nombre ni interés es lo que nos crea, de modo que al final de su proceso, pero solamente cuando conviene a terceros, o a vete a saber quién o qué, emergemos  iguales a nosotros mismos, por nuestro amor a una causa, a una actividad creadora, a un amor profundo. Pero todo parte de una idea, de una imaginación o de un anhelo, y si no permanecemos sometidos al mismo, no llegamos a ser. La forma, el llegar a ser, es algo que no tenemos en nuestras manos.
Lo cierto es que quien es no necesita aparecer. Ocupado como debe estar en su plena existencia, el círculo del ser es el que debe mantenerle atrapado en una acción continua que no se detiene para mirarse en el espejo de su propia figura. Y a menudo cuando hacemos una siembra de este estilo en nuestra propia tierra, llueve después, sorprendente, y ha estado haciéndolo continuamente, en maneras que a nosotros mismos nos dejan gratamente asombrados. 
La continuidad de la acción no proviene del esfuerzo de publicitarla, ni de la ambición por coronarse con ella, sino de su propia verdad y autenticidad en cada momento, que es como si atravesara finamente el tiempo con su flecha de verdad, para continuar escribiendo, con tesón, la misma historia de siempre. Parece, así, que no hay reverberación, sino una emanación continua de las cosas que hacemos, que son las que realmente marcan una diferencia. Pero el proceso por el que sus rayos atraviesan la eternidad es siempre un misterio invisible. El mismo en el que se abisman quienes quisieran tenerlo en sus manos.

Comentarios

  1. Muy inspirador, Eva. Había empezado a leer "Ego is the enemy" de Ryan Holiday, donde habla de gente que hizo cosas grandes sin nunca buscar reconocimientos. También es verdad que la ambición del premio es lo que muchas veces conduce a logros por los que nunca habríamos trabajado tanto en otro caso. Supongo que es cuestión de utilizar esas tendencias biológicas para el bien, servirse de ellas, en lugar de que se sirvan de ti. En cualquier caso, dices bien que el objetivo es entregarse a la verdad de un trabajo, sembrar y si esa verdad, como dices tan bonito, "misteriosamente atraviesa la flecha del tiempo", fenomenal. También está muy bien lo de entregarse a un trabajo a secas ("una idea, una imaginación, un anhelo"), sin importar la forma como lleguen los resultados. Sobre esto me vienen a la mente unas citas de Galdós y Einstein, las busco. De todas formas, creo que hay que ser conscientes de que en todas las personas admirables porque han hecho esto mismo, hay luces y sombras, y esto a los ojos subjetivos y cambiantes de los demás y a veces a cualquier ojo, porque de verdad esos personajes han hecho, junto a las cosas grandes y auténticas, otras malas, y lo cierto es que lo segundo no empaña lo primero (salvo que uno sea de esos comentaristas, que los hay, que nunca han cometido pecado y pueden permitirse lapidar a los demás...). Pero tú no, tú sigue con tu mirada siempre amable e inspiradora. Thanks!

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  2. Gracias Javier por leer siempre atento y por esa inteligencia tan sembrada que llueve con persistencia, como un abril constante y mágico.... abrazos

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