LEÑA AL MAESTRO DE COLEGIO

 

 

España es un país muy atrasadito en el que de vez en cuando uno asiste a escenas medievales. En los colegios públicos de hoy en día es posible presenciar con bastante frecuencia el espectáculo de padres de niños que insultan, desprecian y se colocan por encima de los maestros del colegio. Hay asociaciones de padres que entienden el colegio como un sitio al que imponer su santa voluntad, su sano espíritu guerrero y deportivo del siglo XII,  al que amedrentar porque la democracia aportó poder a los padres para acortar el de los maestros. Hay una especie de venganza histórica en algunos padres cuyas críticas a los profesores son despiadadas e inhumanas. Hemos pasado de la época en que los maestros eran crueles e inhumanos a la época en que lo son los padres de los alumnos.

 

Un país que no admira a sus maestros es un país muy bestia, muy pobre, muy cerril. Es el nuestro. En los colegios de los países más avanzados hay una protección especial de los padres y las familias a la tarea de los profesores. Preguntaréis por qué debe ser así. Es fácil: el que enseña necesita la aceptación y el apoyo de quien aprende. SI no existe un previo acuerdo de cooperación, un principio de caridad hacia la educación, la educación no se da. La atención a lo que se enseña es fundamental para aprender. El interés, la admiración, el cariño hacia el buen maestro es una especie de deber moral ciudadano: es reconocer algo único, como una joya de la sociedad.

 

Y sin embargo, una oye en los colegios a padres y madres que no aprecian a los buenos profesores, los denigran por ser flojos, vagos, por ser maestros sencillamente en muchos casos. No distinguen entre buenos y malos profesores, y no apoyan a los buenos. Como si diera lo mismo una cosa que la otra: ¡¡pero si va un universo, de tener un buen profesor a tenerlo malo!!! un buen profesor hace un alma, despierta a un ser humano. Un mal profesor lo arruina, la entierra. Pues a muchos padres les parecen igual todos. Les da igual lo que pase en los claustros, lo que sea del destino de los maestros. Lo que importa es que el niño esté aparcado muchas horas en extraescolares, que el niño apruebe, que el niño haga carrera para hacer negocio. El colegio es el negocio del padre o madre que se arremangan para incordiar por los pasillos, para organizar torneos o fiestas horteras a más no poder, para hacerse el modernito aunque uno sea analfabeto sin remedio.

 

Es todo una cuestión de analfabetismo, sí. Nadie realmente educado olvidará nunca a sus profesores, a aquellos que encienden la luz en la vida de las personas. Pero estos que desprecian a los profesores, y se les da una higa si el maestro hace una sutil tarea de enseñar a leer o a respetar la personita del niño, estos no recuerdan nada de ellos. Son ignorantes y zafios, pero bien vestidos y modernetes. El único signo que delata su baja condición es la leña que en cuanto pueden, le dan al maestro. Mil años de ignorancia  esperan muchas veces, a las puertas de los colegios.

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