UN PAÍS QUE SUFRE

 

 

Viviendo esta navidad en España, es claro que existe mucho más sufrimiento en la calle que en otras navidades. Eso convierte a estas en especiales, porque se vive en resistencia, trabajando interiormente hora a hora, en una auténtica lucha por el día a día que nos acerca a la realidad de la vida y hace a los hombres, aunque sea duro decirlo, más dignos y más honestos. España es ahora mismo un país de gente que lo está pasando muy mal, y eso se nota. El ambiente es triste, como apelmazado por una sensación de muerte, de dificultad inmensa. Pero la gran tragedia está dentro de las cabezas y los corazones, en esa terrible lucha contra lo desconocido que nos está quitando día a día la seguridad, la confianza, de manera traicionera y baja.

El envilecimiento de la situación económica y política se vive en la calle como una tragedia silenciosa. El país sufre las cornadas de la crisis con auténtica resignación animal, con mansedumbre apagada y adormecida. Y cuando es posible elevarse de la vida diaria y verla desde cierta perspectiva, se nota la enorme masa de heridas, preocupaciones, angustias, sacrificios, dolor, privaciones, renuncias, que se acumulan día tras día. Todo ese sufrimiento es kármico, tiene que ser aceptado, pero también, debe ser combatido, y resistido. Y mientras hacemos eso, el país sigue su manso destino con una solemnnidad casi metafísica, como si pisáramos la tierra más de verdad.

No voy a decir que la crisis sea buena, ni que lo que está ocurriendo sea lo mejor que puede pasar. Pero leyendo la historia desde el futuro, cuanto está pasando es necesario, y bueno. Nos desprovee de esa estúpida seguridad de simios insaciables que se da tanto en los países ricos. Nos hace valorar el amor solitario, el amor sin premio ni regalo adicional. Nos conduce al silencio y a la reflexión, a la inmensa soledad de la que salen tantas maravillas. Nos reduce a la mínima presencia en la calle, y eso es una bendición. Nos hace menos presentes en nuestra estupidez de masa consumista y adocenada, y eso siempre es magnífico. El silencio de estas navidades es una bendición que llega en medio de un auténtico drama. Puro karma.

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